La lana más cara del mundo y el secreto de su éxito. Por Natalia Pianzola. bbcmundo. 24/09/14. Primero hay que saber que la lana más cara del mundo no es lana –solo las ovejas dan lana– sino una fibra animal.Después hay que saber que la fibra más fina del mundo, y por lo tanto la más cara, es la de un animal inaccesible (te cuento cuál es al final de la nota).Y ahora sí puedo decirte que la fibra animal más cara disponible en el mercado es la de la vicuña, un hermoso animal salvaje del altiplano sudamericano. Hechas todas las aclaraciones, te cuento lo más importante: por qué la de la vicuña es una historia de éxito.Leer relacionada: Trivia 297, vicuñas (y ver video de un chaku)
Una vicuña
(SerTox)
Las vicuñas estuvieron en peligro de extinción.
Y esta historia empieza así: un bello y misterioso animal cautiva a una joven bióloga.
Belleza salvaje "Las vicuñas tienen unos ojos negros inmensos hermosísimos y muy expresivos", le cuenta a BBC Mundo Bibiana Vilá, la bióloga en cuestión, quien años después de aquel primer deslumbramiento acaba de recibir el premio internacional Midori para la diversidad biológica por su aporte a la conservación de esta especie. "Es como si fuera una gacelita peluda", explica la experta, líder del grupo de investigación sobre vicuñas, camélidos y ambiente VICAM. "Corre a 50 km por hora, salta a dos metros de altura, defiende los territorios, es un animalito súper interesante desde el punto de vista biológico".
El éxito de la conservación de la vicuña se debe a su manejo sustentable.
Pero las hermosas vicuñas estuvieron un día a punto de desaparecer debido a la caza furtiva. Tras la llegada de los españoles a América y después de cientos de años de matanzas sistemáticas para exportar a Europa sus codiciados cueros, la especie llegó, a mediados del siglo pasado, a un punto crítico, con menos de 10.000 animales en todo el altiplano. Entonces, cuenta Vilá, un convenio de 1969 dio inició un trabajo de estricta conservación con el que aún están comprometidos Perú, Bolivia, Argentina y Chile. Desde entonces, las vicuñas se han recuperado. Hoy, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) estima que la población total es de 347.273 vicuñas y está en aumento.
Las bandas de vicuñeros mataban ejemplares para vender sus pieles a Europa. Pero para Vilá, la verdadera clave de esta recuperación está en el primer artículo de ese convenio, que dice que el beneficio de la vicuña –el que aporta el valor de su pelo– debe ser para el poblador local.Así, dice la bióloga, "la gente empezó a sentir que la vicuña era de ellos". Un chal de vicuñaEl pelo de vicuña es tan apreciado por su calidez: las fibras tienen escamas que al hilarlas se entrelazan y aíslan el aire. Y como ya hemos dicho, por su finura: mide entre 12 y 14 micrones de diámetro.Las prendas hechas con fibra de vicuña alcanzan precios de miles de dólares.
"Cuanto más fina más cara", explica Vilá. Un kilo de fibra de vicuña puede costar más de US$500. Y un chal confeccionado con su hilo, más de US$2.229, lo que lo convierte en una prenda de lujo. "En la antigüedad, la vicuña vestía al Inca y a la realeza, y hoy viste a los millonarios del mundo", comenta la investigadora. ¿Cómo hacer uso entonces de forma sostenible de la vicuña? Encontrando la manera de quitarles su fibra sin acabar con ellas. "Nosotros lo que hacemos es facilitar el manejo de las vicuñas con las comunidades locales y el beneficio, que es la fibra de vicuña, es para la comunidad local", le dice Vilá a BBC Mundo. Para ello recuperaron una técnica de captura de vicuñas de la época prehispánica denominada chaku, adaptada a la ciencia moderna para asegurar el bienestar animal. Captura multitudinariaEl grupo de investigación de Vilá trabaja con un pueblo de 150 habitantes, Santa Catalina, en el norte de Argentina. Aunque se hacen chakus en los cuatro países involucrados, este es el único que se hace con un esquema científico, explica la bióloga.
Científicos y pobladores de Santa Catalina participan de la captura de vicuñas."La captura revoluciona el pueblo", cuenta. Más de 100 personas participan del chaku, en el que la gente rodea caminando a las vicuñas con una soga marcada con cintas de colores. Así se arrean los animales a un corral, donde se los esquila, pero también se les saca una muestra de sangre, se los revisa y se los identifica con un collar.En la captura se cubren los ojos del animal para no estresarlo.
Todo esto para asegurarse de que sufren el menor estrés posible y también para estudiarlos en detalle desde el punto de vista biológico y ecológico. Luego, se los devuelve a la naturaleza. Es un ejemplo de que el alto valor de su fibra puede ser utilizado a favor de la conservación. "Uno de los riesgos de las especies silvestres cuando tienen valor económico es lo que se llama la transformación de la especie en un comodity (una mercancía)", le dice Vilá a BBC Mundo. "O sea que la gente deja de hablar de las vicuñas, de las poblaciones, del altiplano, y habla de kilos de fibra, de mercado internacional, de precios". "Yo nunca me olvido del animal vivo en el altiplano", asegura la bióloga que sigue tan fascinada con las vicuñas como la primera vez.
Y aunque el precio y el marcado tengan un papel en esta historia de éxito, el secreto, según Vilá, es otro. "Ese punto de reconocer al poblador local, al poblador indígena, al poblador del altiplano como el merecedor de los beneficios de la conservación, yo creo que es el punto clave que determinó el éxito de la conservación de la vicuña". Cómo es el chiru, un animal salvaje e inaccesible
El antílope tibetano tiene grandes cuernos y vive en el altiplano del Tibet.
Según Vilá, es un animal muy elusivo y difícil de encontrar.
Figura en la lista de especies en peligro de extinción de la IUCN.
Su población ha disminuido dramáticamente en los últimos años, diezmado por los cazadores que buscan su suave fibra, el shahtoosh, famoso por su finura y que se utiliza para hacer chales muy apreciados en India y Pakistán.
Su venta está prohibida, pero en el mercado negro un chal de shahtoosh puede valer US$4.000.
El pelo del chiru o antílope tibetano, en peligro de extinción, también es muy apreciado.