El abuelo de Madrid. Por Alfredo Merino. metropoli.com. 22/02/15. Son los tejos árboles singulares donde los haya. Majestuosos y melancólicos, el hombre ha engarzado a su sombría figura mitos y leyendas tan duros e imputrescibles como lo es su apreciada madera. Longevo como pocas otras especies arbóreas, se distingue por el carácter tóxico que le otorga la taxina, alcaloide que aparte de su nombre científico, Taxus baccata, hace venenosas todas sus partes excepto los seductores y carnosos frutos.Leer relacionado:Los tejos de doce campos de iglesias españolas serán declarados bienes de interés cultural
Tales propiedades son conocidas desde antiguo, habiendo sido el mejor aparejo para atarle creencias y tradiciones, la mayoría relacionadas con el Más allá. Llamado árbol de la muerte por los pueblos celtas y nórdicos, fue mágico y sagrado para ellos y en especial para los druidas, distinguiéndose en esta adoración los eburones cuyo propio nombre, el pueblo de los hombres del tejo, lo dice todo.El tejo monumental de Valhondillo crece a 1.625 metros de altura. Foto: Marga Estebaranz.Plantado desde antiguo en cementerios y lugares sagrados de gran parte de Europa, incluyendo España, bajo un tejo se enterraron personajes del fuste de Don Pelayo y Juana de Arco. Hermano, por lo tanto, en su sentido fúnebre del ciprés mediterráneo, los griegos lo consagraron a las furiosas diosas Erimias y a Hécate, diosa del infierno y la muerte, relatando Ovidio que el camino hacia el Averno se bordea de tejos. Propiedades venenosas Su carácter tóxico le convirtió en brebaje predilecto de los pueblos bárbaros, incluyendo astures, cántabros, galaicos y vascos, que se enfrentaron a las centurias romanas, cuando caían derrotados, prefiriendo la muerte a ser prisioneros. El mismísimo Shakespeare retoma tal uso en Hamlet, disponiendo la muerte del padre del héroe, al verter el hermano del rey zumo de tejo en su oído. Hoy día sus características de pócima han devenido en apreciadas virtudes farmacopeicas, utilizándose sus principios contra diversos males, destacando el cáncer entre todos ellos. Dejando al márgen tales usos, el tejo se distingue en estos tiempos por su escasez, así como por la longevidad que alcanza. La escasez le ha venido dada por las excepcionales características de su madera: imputrescibilidad, dureza y notable elasticidad, que hicieron fueran talados a mansalva para la construcción de navíos y arcos y ballestas de guerra durante la Edad Media. Estas características son, a la postre, las razones en las que se basa su extraordinaria longevidad, al ser especie de lentísimo crecimiento. Muchos de los árboles más viejos de los que se tiene noticias son tejos. El ejemplar que crece en el cementerio escocés de Fortingall tiene fama de ser el más longevo de Europa, calculándose su edad en más de tres mil años. Casi tantos tienen otros ejemplares como el francés de Calvados y el alemán de Balderschwang. En España hay tejos singulares por toda su geografía montana. Y en ella no queda fuera la Sierra de Guadarrama. Un ejemplar madrileño pasa por ser el tejo de tronco más grueso de España, con más de 10 metros de perímetro en su base, si bien tiene parte de su interior hueco. También es para muchos el más longevo del país. Lo que sí parece claro es que se trata del ser vivo más veterano de nuestro territorio. El abuelo de la región es un ejemplar cuyo tronco alcanza un perímetro que supera holgadamente 10,25 metros en la base, con una altura de más de 8 metros y un diámetro de copa de 15 metros. El lento crecimiento característico de la especie, unido a las austeras condiciones de los 1.625 metros de altura que tiene el paraje de la Sierra de Guadarrama donde vive, complican en extremo el cálculo de su edad. Los expertos no se ponen de acuerdo, aunque las cifras más creíbles señalan que tiene entre 1.500 y 2.000 años. Se localiza este ejemplar junto con otro puñado de tejos, que crecen en el remoto arroyo de Valhondillo, también llamado Barondillo. Se trata de un vallejo situado en la vertiente norte de las Cabezas de Hierro, corazón del Alto Lozoya, a una altura de 1.625 metros. Semejante aislamiento ha sido la razón principal de su notable pervivencia. Inicio en la Isla Alcanzar tan remoto lugar requiere una marcha larga y laboriosa. Comienza el camino en el paraje de La Isla, situado en Rascafría camino del puerto de Los Cotos. Al final del aparcamiento de este lugar, hay que remontar el curso del arroyo de la Angostura. Con las aguas a mano izquierda, tomar un senderillo entre el arbolado hasta alcanzar la presa del Pradillo, donde los días más fríos del invierno se forman unas sorprendentes cascadas de hielo. Ya a la altura de la lámina de aguas de la presa, continuar por la misma orilla valle del Alto Lozoya arriba. El sendero sigue su vecindad con las aguas y alcanza una segunda represa, cuyo muro está formado por piedras. Se cruza una zona empradizada hasta alcanzar una pasarela sobre el río. Dejarla a mano derecha y continuar por la senda paralela a las aguas, sorteando los amontonamientos de rocas y recorriendo los pequeños barrancos formados por las aguas, hasta que se sale a una pista que llega desde la izquierda. Esta pista puede alcanzarse desde la segunda represa, ganando la variante en comodidad, pero perdiendo en belleza los parajes que transita. Quien a pesar de ello decida hacerlo, unos 50 metros antes de alcanzar la pasarela que cruza sobre el río, deberá tomar el sendero que, en la parte derecha de la zona empradizada, acomete la empinada subida de la ladera por el interior del bosque. Con un centenar de metros de subida, el camino muere en el punto donde se inicia la pista en la carretera M-604. Recorrer la pista dirección Suroeste, remontando el valle de La Angostura en suaves subidas alternadas con breves repechos. Dejar un breve ramal que se aproxima a las aguas por la izquierda, algo después alcanzar la confluencia con otra pista que baja de la ladera, por la derecha. De frente, un breve descenso lleva al puente de la Angostura, por el que se cruza sobre las aguas del río. Raso del Baile En la otra orilla, una encrucijada de pistas señalizada por una estaca. Tomar la pista que sube a la izquierda, dando la ruta un giro de 180 grados. Enseguida un segundo cruce con una segunda estaca. Tomar la pista de la derecha, que sigue ladera arriba. Dirección Este, un kilómetro después de cruzar las aguas, se alcanza un pequeño puente tendido en una curva de la pista. Cruza las aguas del arroyo de Valhondillo. Sigue la pista su curveo por la ladera denominada Raso del Baile y cruza un segundo arroyo, antes de dar un nuevo giro de 180º. Dirección Sur y en ascenso, se alcanza un tercer puente en una curva a derechas, con un depósito de hormigón a su lado. Cruza otra vez el arroyo de Valhondillo y continúa un largo trecho hasta alcanzar una tercera bifurcación, justo en una cerrada curva a la izquierda. Dejar el ramal que sigue a la derecha dirección Oeste y continuar por la pista principal, que gira hacia el Este. Una última curva la emboca en el vallejo de Valhondillo, donde al poco muere en una amplia rotonda. Buscar un sendero que en el final de la pista baja a la izquierda hacia el cercano arroyo de Valhondillo. Cruzarlo y continuar el descenso unos 50 metros, por un camino que pasa junto a los primeros tejos. Algo más abajo y rodeado por una cerca metálica, aguanta el más añoso de todos. Un cartel pide respetuoso no traspasar el vallado, para evitar que las pisadas colmaten la tierra donde se hunden sus raíces, lo que le perjudicaría. La distancia no impide contemplar el tronco medio hueco, la figura retorcida y las venerables arrugas que los siglos han labrado en su corteza. Localización. Alto Lozoya. Rascafría (Madrid). Cómo llegar. Desde Madrid, por la autovía de Burgos A-1 hasta la salida 69 en Lozoyuela. Continuar por la M-604 a Rascafría. Atravesar la localidad y proseguir por la misma M-604, dirección hacia el puerto de los Cotos, hasta el kilómetro 31,8, sobrepasado el Monasterio de El Paular. En este punto, desviarse a la izquierda, para acceder a la segunda entrada del paraje de La Isla, donde se deja el vehículo. Accesos. Recorrer el aparcamiento de la Isla hasta su final, para empalmar con el sendero que asciende al valle del arroyo de la Agostura. Ficha técnica Tiempo. Entre 3 y 3.30 horas. Longitud. 14 kilómetros. Desnivel. 400 metros positivos. (La Isla, 1.250 metros; final pista Valhondillo, 1.650 metros). Itinerario. Lineal. Ida y vuelta por el mismo camino. Clase recorrido. Pistas y senderos de montaña. Dificultad. Media, ruta de largo recorrido. Equipo. Botas recias de montaña, ropa de abrigo, agua. Recomendaciones/Indicaciones. Nieve abundante en invierno sobre gran parte de la ruta. Ocasionales placas de hielo. No afrontar esta ruta sin un mínimo de preparación y entrenamiento senderista. La presencia de nieve invernal la vuelve más esforzada. No emprender la caminata con tiempo inestable o mala previsión meteorológica. Ruta parcialmente balizada que transcurre en su mayor parte por pistas forestales.