Arsénico sin compasión.hoy.es. 19/03/12. Los venenos se usan para matar desde la Antigüedad. Un libro de una catedrática de Sevilla describe los más comunes y narra cómo murieron intoxicados numerosos personajes célebres. Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados (…) El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour (…) se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro». Así, con una referencia a un suicidio en el que la víctima de un desengaño ha echado mano de uno de los venenos más comunes, comienza la que para muchos es la mejor novela de García Márquez: ‘El amor en los tiempos del cólera’.Leer artículo previo relacionado: Venenos en la historia o historias con venenos
Una referencia que no forma parte del realismo mágico porque el veneno, en todas sus modalidades, es una de las herramientas más usadas desde la antigüedad para quitar o quitarse la vida. Tanto es así que muchos años antes de la era cristiana ya había investigadores en esos compuestos y en los antídotos que libraran de la muerte a quien los ingería. Adela Muñoz, catedrática de Química en la Universidad de Sevilla, ha escrito ‘Historia del veneno’ (Ed. Debate), deteniéndose en cada uno de los tipos conocidos y en los personajes históricos que los usaron, algunos con prodigalidad.El veneno une biografías tan dispares como las de Lucrecia Borgia, Cleopatra, Hitler, Rasputín y Alan Turing. Y emparenta a estos con seres de ficción y sin embargo muy reales, como el citado Jeremiah de Saint-Amour o Emma Bovary. ¿A cuántos seres humanos ha matado el veneno? Imposible saberlo. Desde Sócrates, que tomó la cicuta por su propia mano para ejecutar su condena, hasta Alexander Litvinenko, el exagente del KGB intoxicado con polonio, han sido muchas las víctimas y casi tantos quienes lo han usado para despachar a otros.Sócrates murió envenenado pero lo suyo fue la ejecución de una condena. Caso bien distinto es el de quienes ya hace 2.000 años usaban estos tóxicos con la peor de las intenciones. Es lo que hizo Agripina, la madre de Nerón: envenenó a su segundo esposo, un senador y después, según todos los indicios, hizo lo propio con el tercero, que era el emperador Claudio. Su hijo Nerón, que algo habría aprendido en casa, quiso deshacerse de su madre por el mismo procedimiento, pero ella lo evitó varias veces y al final murió apuñalada por un esclavo.Agripina usó probablemente cicuta. Muchos años más tarde, Lucrecia Borgia llevaba siempre un anillo con un depósito diseñado por un orfebre para ocultar en él una provisión de ‘cantarella’, el veneno de la familia. Una familia que usó con profusión los tóxicos y la espada para deshacerse de sus enemigos o de quienes aún no lo eran pero podrían serlo en algún momento.Cuando los investigadores apuntan que en caso de envenenamiento las mujeres cargan con las mayores sospechas, seguramente tienen la referencia más notable en Madeleine d’Aubray, marquesa de Brinvilliers. Esta mujer vio cómo su padre le afeaba su conducta, dado que vivía con su marido y un amante. La marquesa tramó envenenar a su padre y sus hermanos, para vengarse de la crítica y de paso quedarse con toda la herencia.A través de su amante conoció la composición de un veneno que combinaba el arsénico y el vitriolo. Para determinar las dosis necesarias para asegurar una muerte lenta y que pasara inadvertida a los médicos, la marquesa se disfrazó de alma caritativa. Cada día, acudía a un hospital próximo para cuidar enfermos y llevarles sabrosos manjares… envenenados. Parece que, cuando el número de muertos en el hospital empezaba a llamar la atención, siguió haciendo pruebas con sus criados.Con su padre usó dosis mínimas que causaron su muerte al cabo de varios meses. Luego corrieron la misma suerte sus dos hermanos. También intentó acabar con su marido para casarse con su amante. Aquel sobrevivió, pero con el intestino destrozado hasta el fin de sus días. Descubierta, juzgada y condenada, su ajusticiamiento, el 17 de julio de 1676, fue presenciado por una multitud sin precedentes en París.Cianuro productivoMás de un siglo después, el médico Michel Swango fue dejando tras de sí un reguero de pacientes que empeoraban misteriosamente y morían. Y de colegas que mostraban sospechas sobre su trabajo. La Policía de EE UU no ha sido capaz de determinar el número exacto de sus víctimas, pero lo sitúa entre 30 y 60. También trabajó en Zimbabue y Arabia Saudí, así que la cifra podría ser muy superior. Cumple cadena perpetua.En los años sesenta, la niña murciana Piedad Martínez del Águila, la mayor de diez hermanos, optó por reducir a base de estricnina el tamaño de una familia en cuyo cuidado empleaba casi todo su tiempo. Empezó con la hermana pequeña, de solo nueve meses. Y por riguroso orden siguió hasta el cuarto. Entonces fue descubierta: tenía solo doce años.Hitler, Sadam Hussein y otros ordenaron el uso de gases tóxicos para eliminar a grandes masas de población. En las cámaras de gas construidas para terminar con judíos y otros ‘enemigos’ de Alemania, llegaron a usar el cianuro de una forma tan ‘productiva’ que, a pleno rendimiento, causaban la muerte a 2.500 personas por hora. Sadam Hussein usó el talio, un veneno moderno, porque la tecnología también avanza en este campo.En el otro extremo, como recuerda Adela Muñoz en su libro, están los que han usado tóxicos para acabar con sus vidas, sin hacer daño a nadie más. Fue el caso de Cleopatra, quien al parecer, se lo inoculó de la forma más natural: haciendo que la mordiera un áspid. También el de Emma Bovary, que tomó una dosis de arsénico -Flaubert, su creador, confesaría más tarde que sintió el sabor del veneno en su boca mientras escribía la escena de la muerte- y el del matemático Alan Turing, que según las versiones más verosímiles se suicidó con cianuro.Las crónicas hablan de otra célebre muerte involuntaria atribuida a los tóxicos, la del infante don Juan, que se casó con la archiduquesa Margarita de Austria poco antes de cumplir 19 años. Falleció unos meses después en Salamanca, adonde la pareja se había trasladado para recibir a los padres de él, los Reyes Católicos. Al parecer, don Juan tomaba continuamente cantaridina, un afrodisiaco del que se ayudaba para poder atender las exigencias sexuales de su joven esposa, que debían ser enormes. Pues bien, en grandes dosis la cantaridina mata lento pero seguro. Por lo menos, el infante disfrutó de los efectos beneficiosos de su ingesta, un consuelo que no tuvieron los millones de muertos por otros venenos.
Escuchar relacionado: La historia del veneno con Adela Muñoz. cadenaser.com.Juan Carlos charla con Adela Muñoz, química, que nos contará la historia del veneno. Desde la cicuta hasta el cianuro, Adela nos explica cuáles son los venenos más letales. Además nos contará qué venenos nos ofrece la madre naturaleza.