Un curso peligroso.‘El mundo del veneno’ reúne en el Parque de las Ciencias a expertos de distintas disciplinas para reflexionar sobre el papel de estas sustancias en el mundo literario y real. Ideal.es. 26/03/08.DESCUBRIR que Fernando el Católico murió por un atracón de cantárida -un vasodilatador usado como el Viagra allá por el siglo XVI- es posible en el contexto de un curso de Actualidad Científica. Leer también relacionado:Venenos para salvar vidas.
Melchor Sáiz-Pardo (izquierda) conversa con Enrique Villanueva
El susodicho rey, que enviudó a los 56 años, se casó con una mujer cuarenta años más joven que él, «no muy guapa, pero simpática y ardorosa», Germana de Foix, a su vez emparentada con la nobleza francesa. «Como Fernando el Católico no estaba a la altura sexual de su lozana esposa tomó criadillas de toro cocinadas de todas las maneras posibles, pero aquello no surtió efecto. Entonces, ya que ella reclamaba más batallas de cama, él se atrevió con la cantárida, un potente vasodilatador del que abusó y que acabó con su vida a la altura de Madrigalejo, yendo de camino al Monasterio de Guadalupe», narró ayer Melchor Sáiz-Pardo, periodista y Defensor del Ciudadano de Granada, en la inauguración del ciclo ‘El mundo del veneno’, que acoge el Parque de las Ciencias hasta el próximo 9 de abril con 135 alumnos matriculados. En el Renacimiento italiano la familia Borgia puso de moda la cantárida -‘cantarella’, en italiano- pero no con fines sexuales, sino directamente homicidas. Los Borgia emplearon sin escrúpulos esta sustancia proveniente de un insecto. «Apoplejías, infartos, crisis del aparato urinario… eran males frecuentes que acababan con las vidas de aquellos que intentaban menoscabar el poder de los Borgia», rememoró Sáiz-Pardo, quien también incluyó en la lista de envenenadores ilustres a los Médicis de Florencia, los Sforza de Milán y los Dux de Venecia. Estos nobles llevaban siempre a su lado a sus fieles «catavenenos», encargados de darle el primer bocado y sorbo a todo aquello que fuera a entrar en la boca de sus jefes. Rasputín El periodista granadino incluyó al cortesano ruso Rasputín -conocido como ‘el monje loco’- en la nómina de envenenados, aunque según matizó Enrique Villanueva, del Departamento de Medicina Legal y Toxicología de la Universidad de Granada, los nobles que intentaron quitarlo de enmedio erraron al mezclar el cianídrico con vino dulce, ya que el azúcar anula el efecto de este ácido. Finalmente Rasputín, cuyo pene pasó a la historia por medir 26 centímetros, fue matado a tiros y tirado a un río para disipar cualquier posibilidad de supervivencia. Sócrates, Cleopatra, Hitler y los envenenamientos masivos de judíos con gas kripton en los campos de concentración de Auschwitz y Mauthausen-Gusen fueron reseñados por Melchor Sáiz-Pardo, quien insistió en que el propio Goebbels, Ministro de Propaganda nazi, envenenó uno por uno a sus seis hijos para evitarles el sufrimiento de vivir en una Alemania liberada del Fürher. En una controvertida figura coincidieron los dos conferenciantes: Napoleón. Aún hoy no se sabe si el emperador francés murió por una yatrogenia medicamentosa -efectos indeseados de sustancias como el arsénico- o por un cáncer de estómago. Lo cierto es que en su autopsia se detectó arsénico, un producto usado con fines curativos en aquella época. Mito de Napoleón Enrique Villanueva, del Departamento de Medicina Legal y Toxicología de la UGR, prefirió hablar de «mito» en el caso de Napoleón, aunque sí se extendió en explicar el caso Lafarge; una historia decimonónica en la que una joven esposa resultó encarcelada por asesinar con arsénico a su marido. El padre de la toxicología, Mateu Orfila, estaba realizando por aquella época unos ensayos que concluyeron la culpabilidad de la señora Lafarge y le valieron cadena perpetua, aunque fue una decisión muy cuestionada socialmente. Y es que, como decía Ambrosio Paré, cirujano francés del siglo XV, entre alimento, medicamento, tóxico y veneno la diferencia es sólo una cuestión de cantidad. «Algunos productos tan altamente eficaces como los medicamentos, si se sobrepasa la dosis correcta mínimamente se pueden convertir en mortales, como la insulina, la digital (planta medicinal) y el colme, que se usa para producir aversión al alcohol», abundó Enrique Villanueva. «Hoy se detectan casi todos los venenos, pero los envenenadores han ido siempre por delante de la investigación», señaló Villanueva, quien apostilló que el crimen perfecto no existe pero «si alguien se lo propone lo puede conseguir». El profesor universitario añadió que el problema de la toxicología actual -que elevó a la categoría de ciencia- no está en «los criminales, sino en las intoxicaciones industriales y la amenaza de la contaminación ambiental, como el mercurio acumulado en los peces o el cadmio en el agua». Forenses, bioquímicos, médicos, lingüistas, periodistas y juristas reflexionarán durante las próximas semanas en este museo andaluz que pretende aunar «divulgación y rigor», declaró ayer el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Rodeiro.