Imagen: Alex KondratievAdemás de los mitos y las noticias falsas sobre los aditivos alimentarios, las campañas publicitarias que destacan su ausencia y muchas de las aplicaciones para escanear etiquetas de alimentos, que desaconsejan el consumo de un producto por contenerlos, contribuyen a aumentar la desconfianza de los ciudadanos. Las evidencias científicas, en cambio, muestran que su uso es seguro, como explicamos en las siguientes líneas.
Imagen: congerdesignOtro de los factores que contribuye a la mala fama de los aditivos es la acción de la propia industria alimentaria, que a menudo lanza mensajes publicitarios donde se insinúa que estos compuestos son indeseables, promocionando la idea de que "lo natural" es saludable y "lo artificial" o "lo químico" no es de fiar. En realidad, esto no tiene ningún fundamento. ¿Acaso hay alguna sustancia que no sea química? Como ejemplificó hace años el médico e investigador Francisco Grande Covián: "Nada más natural que la bacteria del cólera, y nada más artificial, sintético y químico que el cloro, pero gracias al agua clorada no morimos del cólera". Y es que las propiedades de una sustancia no dependen de su origen (natural o de síntesis), sino de su composición y estructura químicas.
Imagen: Deva WilliamsonEl principio de precauciónAntes de que una sustancia pueda ser empleada como aditivo alimentario, debe ser evaluada para saber si es segura y en qué dosis lo es. Si los resultados son favorables, pasa a formar parte de lo que se conoce como "lista positiva de aditivos", donde se clasifica según la función principal que cumple en el alimento (colorante, antioxidante, etc.) y se establecen sus condiciones de utilización (categorías de alimentos en los que se permite su uso y dosis máximas en las que se puede emplear).
Imagen: RonileSolemos encontrarnos aquí con un conflicto: por un lado, rechazamos los aditivos, pero por otra parte queremos alimentos que duren mucho tiempo, sean bonitos y apetecibles, sepan bien, tengan una textura adecuada y sean seguros. Esto a veces es imposible de conseguir sin aditivos, o al menos muy difícil (una hamburguesa sin sulfitos dura 24 horas, mientras que con ellos la vida útil se extiende hasta una semana).