Stewart Adams se somete al examen de un eritema provocado en su antebrazo. BOOTSA sus 16 años, había decidido tirar la toalla y abandonar los estudios. Era un hijo de la clase obrera. Su padre, maquinista de trenes, tenía problemas de visión y había sido degradado a un empleo menos cualificado en la localidad de March, un centro ferroviario en el este de Inglaterra. Nada hacía presagiar que aquel joven aturdido iba a aliviar el sufrimiento de miles de millones de personas.
Farmacia en la que Adams entró como aprendiz a los 16 años. BOOTSLos científicos administraban los productos por la boca a cobayas afeitadas, que luego eran expuestas a un chorro de luz ultravioleta que les generaba pequeñas quemaduras. Si la inflamación de la piel era leve o ínfima, la sustancia antinflamatoria funcionaba. El proceso era lentísimo. El 19 de diciembre de 1961, un compuesto denominado RB 1472, concebido originalmente como herbicida, demostró actividad contra el eritema de las cobayas. Se acabaría bautizando ibuprofeno, pero por entonces era solo un candidato más.
El farmacólogo Stewart Adams. BOOTSEl grupo de Adams —tras probar unas 600 moléculas más en perros y ratas— inició los ensayos clínicos en humanos con otros tres compuestos: BTS10335, BTS10499 y el ibufenac. Los dos primeros provocaban sarpullidos a los pacientes, pero el ibufenac parecía seguro. Se puso a la venta en 1966 en Reino Unido. Pocos años después fue retirado del mercado al registrarse daños en el hígado en algunas personas que lo tomaban con frecuencia. Fueron cuatro fracasos seguidos.