Según la leyenda el santo, como buen cristiano, odiaba a los ofidios, la representación por antonomasia del demonio. Cierto día decidió exterminar a todas las serpientes de Irlanda. Para ello las condujo hasta un acantilado, desde donde se precipitaron al mar y murieron ahogadas. Desde entonces nunca más se ha vuelto a ver a un ofidio en la isla.