Glifosato: una investigación argentina confirma su peligro. Por Darío Aranda. pagina12.com.ar. 09/12/19. Wl riesgo se potencia cuando entra en contacto con el arsénico. Científicos argentinos confirmaron que ese herbicida junto con arsénico (presente de forma natural en amplias regiones) producen alteración hormonal y daño genético, antesala posible de enfermedades como el cáncer.
Blanco o negro
(Sertox)
“Los resultados presentados aquí deberían ser motivo de preocupación para los sistemas (responsables) de la salud humana y de la vida silvestre”, alerta un trabajo científico inédito a nivel mundial, realizado por científicos argentinos, que determinó los riesgos del glifosato, herbicida estrella del modelo de agronegocio, en contacto con el arsénico (químico presente de forma natural en amplias zonas fumigadas). Existen numerosas pruebas científicas de los efectos en la salud y el ambiente del glifosato, y ahora se confirma su efectivo perjudicial potenciado: produce alteración de las hormonas y daño genético, males asociados a enfermedades como el cáncer. “No tengo dudas de las consecuencias del glifosato. Es tóxico y causa efectos muy nocivos. Hay más de 1000 trabajos científicos que lo confirman”, afirmó Rafael Lajmanovich, científico a cargo de la investigación.
Rafael Lajmanovich es profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral e investigador del Conicet. Trabaja desde 1998 en el estudio del impacto de los agroecosistemas y los agroquímicos sobre la fauna silvestre de anfibios. Cuenta con más de cien trabajos internacionales y capítulos de libros sobre el tema.
Durante más de seis meses analizó (junto a un grupo de investigadores) el efecto del glifosato con el arsénico (que se encuentra presente de forma natural en agua y suelos de Argentina –muchas de las zonas agrícolas–). Y confirmó lo temido: tienen un efecto sinérgico, se potencian, y producen consecuencias muy graves.
Confirmaron disrupción hormonal (aumento en la concentración de hormonas tiroideas), la mayor proliferación celular (aumentan su tasa normal de división celular) y genotoxicidad (daño en el material genético). “Estos tres marcadores son fuertes indicadores de mayor riesgo ecotóxicológico de procesos de daño en el ADN y/o de los mecanismos de regulación del mismo (llamado daño epigenético), que resultan en una proliferación celular incontrolada”, explicó Lajmanovich. Es una obviedad en el mundo científico, probado desde hace décadas: a mayor daño genético, mayor probabilidad de contraer enfermedades como el cáncer y malformaciones.
En el mismo sentido, la experimentación en anfibios en una de las mejores maneras de prever lo que pasará en humanos. Por eso se los denomina los “canarios de la mina” (por esa práctica antigua de, en las galerías de carbón, tener un canario como alerta de gases tóxicos). El investigador detalla que los anfibios son excelentes modelos experimentales para estudiar el efecto agudo y crónico de sustancias tóxicas sobre el desarrollo de los vertebrados inferiores hasta los mamíferos. El desarrollo embrionario de una larva de anfibio está regulado por una gran proporción de los mismos genes humanos. En el año 2010 se secuenció por primera vez el genoma completo de un anfibio y se comprobó que comparten hasta el 80 por ciento de los genes humanos asociados con enfermedades genéticas.
El trabajo experimental consistió en dos etapas. La primera del tipo “aguda a concentraciones letales” de ambos tóxicos, en la que se demostró que existía “sinergia”. Lajmanovich lo explica de forma didáctica: si la toxicidad del glifosato es 100 y la del arsénico es 100. Juntos tienen una toxicidad de 300 o más. La segunda etapa fue una medición de efecto crónico, de un mes, expuesto a dosis sub-letales (en cantidades que se pueden encontrar en escenarios naturales). El resultado fue el daño genético y alteración hormonal.
La investigación, única en su tipo, cobra mayor relevancia por la gran cantidad de herbicidas utilizado en Argentina y las amplias zonas con exceso de arsénico: desde Santiago del Estero, Chaco, Salta y Entre Ríos, hasta regiones de la Pampa Húmeda del agronegocio (Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Santa Fe).
El trabajo académico está especialmente dedicado al médico y científico Andrés Carrasco, que en 2009 publicó en este diario su investigación sobre el efecto letal del glifosato en embriones anfibios y su vinculación con la salud en humanos. Carrasco, que había sido presidente del Conicet y director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, sufrió una campaña de desprestigio escabezada por las empresas del agronegocio (Monsanto, Bayer, Syngenta, Aapresid, entre otras), los diarios La Nación y Clarín (y sus periodistas “agrarios”) y el ministro de Ciencia Lino Barañao.
“El profesor y doctor Andrés Carrasco fue un destacado científico y una motivación para todos los interesados en detener el impacto social y medioambiental de las empresas transnacionales y los establiments gubernamentales que legalizan el uso de pesticidas nocivos”, resalta el paper científico en su página nueve. Lajmanovich denunció las maniobras contra Carrasco: “El Conicet conformó una comisión para desacreditarlo, pero sin dudas logró el efecto contrario. Las evidencias sobre la toxicidad y los efectos del glifosato sobre el ambiente y la salud han sido abrumadoras en Argentina y el mundo”.
Entre las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran Bayer-Monsanto, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow.
La investigación fue publicada en la revista científica Eliyon, de la prestigiosa editorial internacional Elsevier, de Reino Unido. El título de la investigación es “Primera evaluación de nuevos efectos sinérgicos potenciales del glifosato y mezcla de arsénico”. Lleva la firma de otros siete investigadores. Paola Peltzer, Andrés Attademo, Candela Martinuzzi, María Fernanda Simioniello, Carlina Colussi, Ana Paula Cuzziol Boccioni y Mirna Sigrist.
Lajmanovich remarcó que “no hay dudas” del efecto nocivo del glifosato. Por un lado, están las víctimas de las fumigaciones con agrotóxicos, prueba territorial de las consecuencias. Y, por otro, precisa que existen “1079 trabajos científicos de todo el mundo que lo dicen, muchos de ellos de científicos de universidades públicas de Argentina y del Conicet, indexados y accesible en Medline”.Problema de salud públicaEl científico Rafael Lajmanovich insiste una y otra vez que, luego de 30 años de agronegocio transgénico, no hay dudas del efecto devastador de los agrotóxicos. En particular del glifosato. Y tiene una hipótesis de por qué sectores de gobiernos aún minimizan las consecuencias: “Lo niegan porque es un problema económico-político muy difícil de resolver. No se trata de un problema científico, donde ya se confirmó sus efectos tóxicos”. Recuerda que hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS –mediante su espacio oficial de estudio del cáncer–) clasificó como “probable cancerígeno” al glifosato. El académico apunta sobre todo al rol del Estado, que desde sus entidades regulatorias avalan el uso de estos tóxicos: “Los residuos de glifosato empiezan a encontrase a niveles alarmantes en el agua y sedimento de ríos y arroyos, en el aire, en la lluvia, hasta en las aguas subterráneas y en los abrevaderos donde toman agua las vacas de los tambos y en la orina de las personas adultas y niños. Entonces ya no caben dudas, estamos ante un verdadero problema ambiental de salud pública”.______________________________________________________________________________________________________________________________Leer también: Glifosato y arsénico, un dúo peligroso. Por Vanina Lombardi. unsam.edu.ar. 14/11/19. En la Universidad Nacional del Litoral detectaron que la mezcla de glifosato con arsénico en el agua genera daños en el ADN, así como mutaciones en el metabolismo y afecciones en el sistema hormonal de los anfibios. Se trata del primer estudio local que analiza los posibles impactos en el desarrollo de la combinación de ambas sustancias. En la Argentina se utilizan 107 plaguicidas prohibidos en todo el mundo, de los cuales el el 33% son considerados como altamente peligrosos según los criterios establecidos por la OMS y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), tal como lo indica un informe elaborado por el ingeniero agrónomo Javier Sousa Casadinho, realizado para la Red de acción en plaguicidas y alternativas para América Latina. Entre ellos, se destacan la “Atrazina”, un herbicida que se utiliza para controlar el crecimiento de malas hierbas en la agricultura, el “Paraquat”, que se aplica en los cultivos de tabaco y hortalizas, por ejemplo, y el glifosato, tal vez es el más conocido y utilizado en el país. El nombre comercial del glifosato en la Argentina es Roundup, está patentado por Bayer/Monsanto y se estima que cada año se esparcen mas de 200 millones de litros en las distintas regiones del país.
Este herbicida –por el cual Bayer/Monsanto están enfrentando un centenar de juicios en Estados Unidos y ha sido condenada por un tribunal extraordinario de la Haya–, es considerado “inocuo” en la Argentina y se lo utiliza indiscriminadamente desde hace más de 20 años, lo que ha provocado altas acumulaciones no solo en los campos, sino que también se han detectado niveles de glifosato superiores a los de los cultivos, aun debajo del agua, en el lecho del Río Paraná, por ejemplo, o en aljibes del impenetrable chaqueño, en los que los pobladores colectan agua de lluvia para consumir, ya que el agua de pozo que se obtiene en el lugar no es apta para consumo humano porque tiene elevados niveles de sales.
“Nadie puede pensar que las poblaciones humanas o animales están sólo expuestas a glifosato, en general están expuestas a múltiples estresores ambientales y hay algunos que actúan en forma mas sinérgica que otros”, le dijo a TSS el investigador Rafael Lajmanovich, del Laboratorio de Ecotoxicología de Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (FBCB-UNL), que junto a colegas del Laboratorio de la cátedra de Toxicología, Farmacología y Bioquímica Legal de la misma facultad y del Programa de Investigación y Análisis de Residuos y Contaminantes Químicos (PRINARC) de la Facultad de Química de la UNL, elaboraron el primer estudio que da cuenta de los efectos combinados del glifosato y el arsénico en anfibios.
“La Argentina es uno de los sitios con mayor hidroarsenicismo del planeta y uno de los países con mayor uso de glifosato, lo que la vuelve un escenario de riesgo ecotoxicológico bastante importante, pero muchas veces hay que demostrar ese riesgo de manera experimental”, agregó el especialista, que investiga sobre el efecto ambiental y biológico de los plaguicidas desde hace más de 20 años.Se han detectado niveles de glifosato superiores a los de los cultivos, aun debajo del agua, en el lecho del Río Paraná, por ejemplo, o en aljibes del impenetrable chaqueño.En su investigación, Lajmanovich partió de de la hipótesis del médico Channa Jayasumana, de Sri Lanka, que en 2014 postuló que el glifosato mezclado con metaloides (como el arsénico) producía enfermedad renal crónica. Bajo esta premisa, el grupo del Laboratorio de Ecotoxicología comenzó los análisis para este estudio en el año 2017. “Antes que ser un herbicida, el glifosato es un quelante de metales, es decir, que tiene afinidad por los metales. De hecho, fue patentado por Monsanto en 1964 como un producto para destapar cañerías”, advirtió Lajmanovich.
El arsénico es un metal presente de manera natural en muchas zonas del país, que genera una enfermedad crónica que se caracteriza, entre otras cosas, por lesiones en la piel, conocida como hidroarsenicismo. Según la OMS, la cantidad máxima de esta sustancia permitida en agua es de 10 microgramos por litro (mcg/l), aunque se está evaluando modificar esa cantidad y llevarla a cero. Sin embargo, muchas regiones del país superan esa cifra, entre las cuales se encuentran las provincias de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero, que son además las más fumigadas con glifosato. Al respecto, por ejemplo, un relevamiento de la Red de Seguridad Alimentaria Nacional del CONICET, demuestra que, según los resultados de más de 400 muestras analizadas desde 2011, el agua que se consume en más de la mitad de esos puntos, ciudades o áreas rurales, contiene cantidades de arsénico superiores a la recomendación de la OMS para prevenir el hidroarsenicismo.
“Si se considera la toxicidad de la sustancia A, que es uno, y la de la sustancia B, que también es uno, la mezcla de ambas no es dos sino tres”, subraya Lajmanovich y detalla que los resultados más contundentes en cuanto a la potenciación de arsénico con glifosato fueron que producen daño en el ADN, disrupción en las hormonas tiroideas y un aumento en la proliferación celular.
“Ambas sustancias mezcladas producen un efecto que solas no producen, lo que da una fuerte potencia para producir teratología o malformaciones en el desarrollo”, advirtió el investigador y agregó que también evaluaron la exposicón aguda (por ejemplo, cuando ocurre una intoxicación), en la que se analiza la letalidad que provocan las sustancias, y la exposiciones crónica, es decir prolongada en el tiempo, para la cual usaron una dosis ocho veces menor a la dosis que no causa efecto.
El arsénico es un metal presente de manera natural en muchas zonas del país, que genera una enfermedad crónica que se caracteriza, entre otras cosas, por lesiones en la piel, conocida como hidroarsenicismo. Según la OMS, la cantidad máxima de esta sustancia permitida en agua es de 10 mcg/l (aunque se está evaluando modificar esa cantidad y llevarla a cero). Sin embargo, muchas regiones del país superan esa cifra.
Esto es importante ya que muchas veces solo se considera la toxicidad aguda para determinar si una sustancia es o no peligrosa. “Este es uno de los miles de trabajos que echan por tierra esa hipótesis: muchas cosas que no se vieron en el ensayo agudo, sí aparecieron en el crónico. Hay muchas cosas que en el ensayo agudo no se muestran, a pesar de ser con dosis mucho más altas, pero que sí se ven en el ensayo crónico con dosis extremadamente más bajas”, explicó Lajmanovich.
Los datos preliminares de este estudio, que fue publicado el mes pasado en la revista Helyon, habían sido presentados en el Congreso de Salud Socioambiental que se desarrolló en Rosario en junio de este año. “Presenté el adelanto porque suponía que tenía cierta implicancia ambiental y me parecía que no podía esperar el tiempo que lleva la publicación”, sostuvo el investigador y destacó que, desde entonces, los datos fueron tenidos encuenta, por ejemplo, como referencia por la Justicia Federal en el procesamiento a tres productores rurales por considerarlos coautores penalmente responsables del delito de contaminación del ambiente de un modo peligroso para la salud, en el marco de la causa penal por fumigaciones con agrotóxicos en las adyacencias de tres barrios de Pergamino.
“Siempre trato de resaltar la labor de las organizaciones ambientales en la Argentina, que de alguna manera se están encargando de defender el ambiente y a la gente de diferente riesgos como los de los plaguicidas”, subrayó Lajmanovich y aseguró: “La gente se da cuenta de las cosas antes que los científicos. En este caso, yo había leído que en algunos pueblos, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, los vecinos se estaban enfermando y sabían que estaban expuestos a mucho arsénico y glifosato. Este estudio simplemente vino a corroborar cosas que tal vez algunas personas, sobre todo afectadas, ya se estaban dando cuenta o por lo menos sospechaban”.