Primera "mula" que muere en Córdoba. Por Miguel Durán. lavoz.com.ar. 25/06/12. Una joven madre de 28 años falleció en el acto al estallarle una cápsula de cocaína en el estómago. Aunque ha transcurrido más de un mes, hasta la fecha nadie informó sobre lo ocurrido.Jéssica tenía 28 años. Hacía seis años que habitaba una casa prestada en barrio Urquiza, en la capital provincial. Con tres pequeños y su anciana madre con problemas de motricidad, vivía en la extrema pobreza.Leer artículo previo relacionado:Un artículo sobre los que transportan drogas en su cuerpo (a: mulas) desde Canarias
Esa vulnerabilidad fue aprovechada para reclutar a la joven como “mula”, actividad de alto riesgo y último eslabón en la cadena del narcotráfico.La necesidad pudo más y así fue que tragó alrededor de un kilo de cocaína en cápsulas. Pero no llegó a cumplir su primera misión. En la mañana del 10 de mayo de 2012, cayó fulminada antes de salir a la vereda. Una de las cápsulas que tenía en el estómago estalló y le provocó una muerte súbita.Un hombre que ¿circunstancialmente? (tendría antecedentes por drogas) estaba en su domicilio llamó a un servicio de emergencia. Los médicos establecieron que Jéssica murió por un paro cardiorrespiratorio, pero no advirtieron cuál había sido el desencadenante del ataque cardíaco.En primera instancia, intervino la unidad judicial que funciona en el edificio de la Comisaría 12, en barrio Colón, pero la investigación del caso, caratulado como “muerte de etiología dudosa”, quedó a cargo de la fiscal de Instrucción del Distrito 2° Turno 1°, Adriana Abad.La autopsia demostró que la causa del deceso fue el estallido de una de las más de 100 cápsulas que había ingerido la víctima, y la fiscal entendió que debía girar los antecedentes a la Justicia Federal.En el Juzgado Federal N° 3 solicitaron más precisiones del informe de autopsia antes de recibir el expediente.Jéssica fue la primera “mula” muerta en Córdoba y, aunque ha transcurrido más de un mes, hasta la fecha nadie informó sobre lo ocurrido. Este diario investigó el caso a partir de un dato escuchado en la sede de los Tribunales Federales días antes del 25 de mayo: “Averigüe, me comentaron que murió una ‘mula’ en jurisdicción de la Comisaría 12”.En la Jefatura de Policía nadie sabía nada. El comisario general Sergio Comugnaro se mostró sorprendido ante la pregunta del cronista. Horas después, sólo pudo confirmar el dato, pero aclaró que no hubo intervención policial.Al cabo de unos días de averiguaciones, el periodista llegó hasta la Fiscalía del Distrito 2° Turno 1°, pero la asistente informó que el periodista no iba a ser recibido porque la fiscal no hablaba sobre ese tema.Hace tres viernes, la causa fue remitida al Juzgado Federal N° 3. Hasta ahora, no se pudo romper el hermético silencio que rodea el caso.En la morgue, no está el protocolo de autopsia y, en el libro de novedades, sólo figura que la mujer murió el 10 de mayo por paro cardiorrespiratorio.Nadie habla. Una semana atrás se pudo ubicar la vivienda donde murió la joven de 28 años.La puerta de rejas no tiene picaporte. El portón está atado con una gruesa soga. Las paredes color rosa del frente están descascaradas. Cualquiera podría pensar, salvo por el imperceptible movimiento de la cortina del living, que la casa está deshabitada.La mujer del quiosco de la vereda de enfrente asegura que no sabe quiénes son sus vecinos. “No conozco a nadie; hace un mes que estoy acá”. “No sé nada; me ha encontrado de casualidad. Trabajo 12 horas por día y no estoy nunca”. Resulta extraño que nadie se haya enterado de la muerte de Jéssica.La que sí dio la cara fue Claudia, la dueña de la deteriorada casa. “La chica murió acá. Me enteré de que tenía el estómago lleno de droga y que le explotó una de las cápsulas de cocaína. No me imagino cómo pudo hacer una cosa así. Esta casa es mía, yo se la presté a ella y a su mamá hace seis años. Soy enfermera y cuido ancianos en barrio Yapeyú y se la presté hace seis años para que no se metieran usurpadores”.“Tuve que volver a vivir acá cuando murió la chica. La mamá, que apenas camina, se fue al otro día con los tres niñitos. Me la dejaron bastante arruinada; menos mal que me vine, porque ya se estaban llevando cosas. Me tuve que traer a los dos abuelos que estaba cuidando, para que vivan conmigo”.A pesar de su desazón por el estado de la vivienda, Claudia sentía un cariño especial por Jéssica y su madre. “Me traeré a la nena (un año y medio) y al nene (4) a vivir conmigo; yo los voy a criar. El más grande, el de 6 años, se fue con la hermana de Jéssica”.Los reclutadores. Sobre la base de testimonios recogidos entre adictos, gente de la noche (incluidos dueños de whisquerías que hasta ayer seguían funcionando en la ciudad de Córdoba a pesar de la ley que entró en vigencia), remiseros y taxistas que trabajan en horario nocturno y delincuentes con varias condenas cumplidas, pudimos establecer que habría al menos cuatro organizaciones de narcotraficantes que cocinan pasta base procedente de Bolivia, Perú y Colombia.La información está vinculada con el arribo de narcos que vienen de los dos últimos países. “Se están cocinando entre 30 y 40 kilos de pasta base por semana, con los que se obtienen unos 200 kilos de cocaína”, aseguró un profesional vinculado a ciertos traficantes.Indicó esa fuente que los apuntados en su momento como grandes narcos, llámense “el Gallo” Altamira, que gracias a un juicio abreviado recuperó la libertad en noviembre pasado, o “el Chancho” Sosa, quien será juzgado en julio por un delito menor vinculado al tráfico de estupefacientes, son meros distribuidores.“No me hablés de los colombianos; además de ‘merca’, están metiendo dólares falsos. Son perfectos. A la chica encargada de la barra, anoche, le pagaron con tres billetes de 100 dólares ‘truchos’”, contó el dueño de una whisquería ubicada en el casco céntrico.Marcelo, un verdadero “pesado” con varias condenas a cuestas, contó que en barrio Alberdi hay mafiosos peruanos que en estos momentos venden la droga de mejor calidad.“En la zona de Maldonado te venden basura, pero en Alberdi está la buena, buena. Yo me regeneré, pero tengo miedo por mis hijos, que viven en ese barrio. Te confieso que los fines de semana me doy el gusto, me gasto 100 mangos en una ‘alita de mosca’ para enfiestarme con una ‘mina’”.¿Y qué es la ‘alita de mosca’? En 2010, La Voz del Interior publicó un informe sobre esta nueva droga en Córdoba que desde hace años circula por América latina.Se denomina “alita de mosca”, en la jerga compartida entre narcos y clientes, a la cocaína obtenida a través de un proceso especial que empezó a usarse en Perú. Permite llegar a una sustancia muy refinada, con una pureza del 80 por ciento (los ‘ravioles’ que se venden en la zona de Maldonado apenas tienen poco más del 10 por ciento, y de allí su precio: entre 10 y 20 pesos por unidad).Lo de “alita de mosca” viene porque la cocaína alcanza un color azulado y por su aspecto traslúcido se asemeja a las alas del insecto. Ésta es una droga de alto poder adquisitivo y por eso no extraña que, a metros de la Jefatura de Policía, estacionen vehículos de alta gama frente a un local de comida a cargo de una mujer que fue allanado al menos tres veces.“A mí me han dicho de frente que los lleve a la zona de Maldonado a buscar ‘merca’ y no me hago drama ni tengo miedo. Los llevo, pero si el viaje sale 15 pesos, les cobro 50. El otro día llevé a un ‘tío’ que compró siete papeles (‘ravioles’) por 70 pesos. Me dijo si quería uno, pero yo ni loco voy a aspirar esa porquería”, contó Raúl S., chofer de un remise.El 10 de mayo, Jéssica fue víctima de una de las organizaciones de narcotraficantes que operan en Córdoba.Su culpa fue estar acorralada por la pobreza y el hambre. ¿Cuántos y cuántas desesperadas estarán siendo reclutados por los carteles de la droga en estos momentos?