Se han encontrado receptores para THC en grandes concentraciones en varias zonas cerebrales. La localización de estos receptores (ganglios basales, hipocampo, corteza cerebral y cerebelo) y su capacidad para aumentar el flujo sanguíneo explicarían sus acciones en el SNC. Las bajas concentraciones de receptores en tronco cerebral explicarían su baja tasa de mortalidad. El receptor es del tipo acoplado a proteína Gi: inhibe la actividad de la adenilciclasa. A nivel cardíaco THC estimula a receptores adrenérgicos e inhibe a muscarínicos.
Farmacocinética: después de pirólisis su biodisponibilidad es del 20% mientras que la disponibilidad oral es menor al 6%. El efecto inicial después de inhalado aparece a los 2-3 minutos, el pico máximo a los 20-30 minutos y la duración es de 90-120 minutos. En sangre se une a lipoproteínas y albúmina. Se inactivan en hígado por hidroxilación y carboxilación. Siguen un modelo bicompartamental con un tiempo medio beta de 28-56 horas.
Además de los efectos agradables se pueden presentar
efectos indeseables.
– Agudos: psicosis tóxica aguda con ilusiones, alucinaciones
o confusión; ansiedad, paranoia, reacciones de pánico,
ataxia, palpitaciones, taquicardia, boca seca, hiperemia conjuntival
y otras manifestaciones oculares, etc. Los síntomas
psicóticos pueden ser transitorios pero pueden persistir
después de un solo uso. Producen alteraciones motoras
y para realizar tareas complejas: disminución de la
capacidad para conducir vehículos u otras máquinas.
Raramente pueden producir otras complicaciones: retención
urinaria, infarto de miocardio, neumotorax, etc.
– Crónicos: pueden consultar por disminución
del rendimiento académico, de motivación, fallas
en la memoria, etc. Irritación ocular crónica
o tos crónica. Se considera carcinógeno potencial.
Laboratorio: se pueden medir metabolitos de THC. El más importante es el ácido carboxílico 11-nor-THC-9. Se puede detectar 1 hora después de inhalar, hasta 2-5 días en usuarios infrecuentes y hasta 6-8 semanas en usuarios crónicos.