Las chicas del radioEra lo más cerca que Katherine Schaub iba a estar nunca del "sol líquido", como se referían al Radio en los años 20. Las muchachas de clase obrera como ella no podían permitirse los dentífricos mezclados con el elemento milagroso que garantizaba una sonrisa perlada ni los tónicos de rejuvenecimiento, aunque esto aún no lo necesitaba porque solo tenía 15 años. Su única opción era manipularlo en una fábrica de relojes de lujo en Newark, Nueva Jersey.
La fiebre por el elemento que había descubierto Marie Curie a principios del siglo XX se contagió sin freno en la industria cosmética, en los centros de salud, en el ocio y en la decoración. Todos querían su trozo del pastel y lo anunciaban con bombo y platillo en la etiqueta de cualquier producto, aunque tuviese tanto radio como pelo de unicornio.
Muestra de "la mandíbula del radio"Las letales "chupaditas""Mi precioso radio", lo llamaba con cariño Marie Curie, quien estuvo años expuesta sin protección a las radiaciones de estas sustancias cancerígenas que finalmente la mataron de una anemia aplásica. Mientras investigaba las propiedades curativas, el inventor William J. Hammer tomó una muestra atraído por su destello verdoso. Y su ojo no le engañó, pues el radio combinado con pegamento y sulfuro de zinc formaba una sustancia que brillaba en la oscuridad y que pronto resultó de una gran utilidad industrial.
Pintora en la fábrica de relojes USRCLa primera en notar las consecuencias fue Mollie Maggia, de 24 años, a partir de un dolor de muelas leve. El problema fue cuando el calvario se mantuvo tras extirpar los dientes. De los huecos en las encías "surgieron unas úlceras como flores negras, con partes rojas y amarillas debido al sangre y al pus". En poco tiempo, la infección se le extendió por la garganta, el paladar y el oído, hasta que un médico descubrió horrorizado que la mandíbula de Mollie se resquebrajaba entre sus dedos durante una delicada observación.
Recorte de periódico de la lucha de las ‘Radium Girls’Las Radium Girls, como las bautizó la prensa, copaban la primera plana y captaron la atención de todo el país. "Por entonces, sin embargo, el tiempo se estaba acabando: a las mujeres les habían dicho que apenas les quedaban cuatro meses de vida y la empresa parecía dispuesta a retrasar los procedimientos legales". La misma Marie Curie envió una carta a las chicas del radio brindándoles su ayuda y asegurando que era imposible destruir la sustancia una vez estuviese dentro del cuerpo.