Advierte Vicente Domínguez, jefe de salud pública y medicina preventiva del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña, que «no se puede ser tibios ni condescendientes sobre su consumo: puede matar», ya que contiene alcaloides tóxicos como la atropina, la escopolamina y la hiosciamina, algunos presentes en drogas como la cocaína. De su poder letal da razón su nombre científico, que procede del hindú dhât, cuyo significado es ?veneno?. Conocida a lo largo de la historia por sus poderes alucinógenos, tiene muchas denominaciones vulgares relacionadas con sus efectos maléficos, desde revientavacas a higuera del infierno, hierba del diablo o trompeta del demonio. 2) En cualquier parte. El estramonio crece hoy en toda la Península y casi en cualquier terreno, de descampados a parques. Es una planta de grandes y llamativas flores, generalmente blancas, aunque en la veintena de especies de Datura también las hay violetas. Todas sus partes son tóxicas, pero la mayor concentración de tropánicos se da en la semilla, una especie de nuez grande verde y con pinchos, y en las hojas. En infusión, fumada o masticada «es imposible controlar la concentración de tóxicos, muy variable en cada planta, y hablamos de que una cantidad mínima, de miligramos, puede resultar fatal», alerta el especialista, de ahí el peligro de consumirla, máxime en un cóctel explosivo con alcohol y otras drogas. No se tiene constancia de que en Galicia exista una red de tráfico, ni tampoco se han detectado, hasta el momento, intoxicaciones vinculadas al ocio juvenil, pero no ocultan los médicos su inquietud ante una posible popularización por lo fácil que resulta encontrarla en el entorno. «Tomar estramonio es como jugar a la ruleta rusa, es un tóxico peligrosísimo, no hay dosis admisibles», reitera Domínguez.
3) Directo al corazón y al cerebro. Los efectos del estramonio son casi inmediatos y pueden durar días. Afecta, fundamentalmente, al sistema nervioso central y a la musculatura lisa del cuerpo, es decir, a aquellos músculos, entre ellos el corazón, que no movemos a voluntad. Visión borrosa, boca seca y pupilas dilatadas son los primeros síntomas. La piel enrojece, suben la fiebre y la sensación de sed, de modo que desnudarse, abrir las ventanas y beber son reacciones comunes. Pero también puede actuar sobre el sistema gástrico-intestinal, con náuseas y vómitos, o sobre los riñones, reteniendo la orina. Aumenta la presión arterial, causa taquicardia, con riesgo de infarto, y entre los efectos cerebrales enumera el médico desde convulsiones a delirios y alucinaciones de las que, en muchos casos, ni siquiera se recuerda nada, porque provoca amnesia. En intoxicaciones graves, puede desembocar en coma y acabar resultando mortal. «Si salen sin sufrir una alteración grave de riñón o corazón, o no les ha reventado una arteria, en algunos casos se quedan con un estatus psiquiátrico disminuido», advierte el doctor sobre unas secuelas que a veces incluyen daños autoinfligidos en las alucinaciones. «Son tóxicos que alteran la percepción sensorial y provocan que vean cualquier cosa, como bichos comiéndoles el cuerpo. Y llegan a tirarse a una piscina vacía o a amputarse una mano», cuenta. 4) De la magia a la medicina. Las referencias al uso mágico del estramonio datan de la antigua Roma, donde las devotas de Baco la tomaban para extasiarse. En la Edad Media, era la pócima para los vuelos de las brujas, y se conoce su uso en ritos chamánicos para entrar en trance y en ceremoniales adivinatorios. Ha tenido también aplicación médica, como anestésico, antiinflamatorio y analgésico. En oftalmología, para dilatar la pupila y examinar el fondo del ojo, pero también para calmar el colon irritable e incluso como terapia para el párkinson. «Hoy ya no, pero recuerdo -cuenta el jefe de salud pública del Chuac- que cuando era niño se vendían cigarrillos de estramonio en la farmacia para el asma». Sintetizados sus componentes, su aplicación en la industria farmacológica, regulado y con estrictos ensayos de seguridad, es muy diferente a un consumo incontrolado o incluso a la intoxicación involuntaria, como la datada en 1676 en Jamestown, cuando un grupo de soldados hambrientos se comieron la planta y tuvieron que ser encerrados para evitar que se matasen entre ellos. En España, la comercialización de estramonio está prohibida, pero el riesgo, además del recurso a arrancarla en los jardines, está en la venta en la Red.