El verdadero impacto del vertido de BP sobre los corales del Caribe. Afectó hasta a 22 kilómetros de distancia. Por Miguel G. Corral. elmundo.es.29/07/14.Cuando en abril del año 2010 explotó la plataforma petrolífera Deepwater Horizon -perteneciente a la compañía británica BP-, pocos podían imaginar la magnitud que alcanzaría el vertido que comenzaba a producirse. El accidente ocurrió en aguas del Golfo de México, frente a las costas de Estados Unidos, no en ningún lugar remoto e inaccesible, como fue el caso del vertido del ‘Exxon Valdez’ en Alaska, del que se acaban de cumplir 25 años. Y el mar no sufría temporal alguno, como sucedió en el caso del ‘Prestige’, en Galicia. Pero aún así, la dificultad para detener un derrame que se producía desde el fondo marino a una profundidad de 1.500 metros provocó el mayor vertido de petróleo de la historia, tras el intencionado ocurrido durante la Guerra del Golfo Pérsico.Leer relacionado: Podría tardar décadas en recuperarse de los efectos del desastre del derrame de la BP en el Golfo
Corales en acuario
(SerTox)
Colonia sana de coral de profundidad con su color dorado a 183 kilómetros del vertido.FISHER LAB / PENN STATE U. Casi 780.000 toneladas de crudo se liberaron a los ecosistemas caribeños durante 87 días, según los datos de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, y la mayor parte de esos hidrocarburos afectaron principalmente a las profundidades marinas. Poco después de que se controlase el accidente los científicos comenzaron a trabajar en la zona para comprobar el alcance del accidente sobre los ecosistemas. «En octubre de 2010, visitamos 13 emplazamientos conocidos de colonias de corales de profundidad y no detectamos pruebas visuales de efectos agudos en ningún caso», explican los investigadores del Departamento de Biología de la Universidad de Penn State (Pennsylvania, EEUU) en un trabajo recién publicado. Sin embargo, apenas un mes después, los científicos descubrieron otro banco de coral a 13 kilómetros del lugar del vertido que había sido azotado con severidad por el petróleo liberado. Aquel trabajo sirvió para documentar de qué forma estaba el crudo afectando a los ecosistemas de profundidad, y ahora que buena parte del material liberado se ha disipado durante estos últimos cuatro años los científicos creían que los efectos del vertido no pasaban de ahí. Sin embargo, el último trabajo publicado hoy en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS) por el grupo de Penn State demuestran que las consecuencias del vertido van mucho más allá de lo que se pensaba.Colonia situada a 6 kilómetros muestra signos del impacto del crudo.FISHER L. «La huella del impacto del vertido sobre las comunidades de coral es mucho más profunda y más extensa de lo que indicaban los datos hasta ahora», asegura Charles Fisher, profesor de Biología en la Universidad de Penn State y principal autor de la investigación. «Este estudio indica muy claramente que varias comunidades de coral, a distancias de hasta 22 kilómetros del lugar del vertido y a profundidades superiores a 1.800 metros, también han sufrido el impacto del petróleo», afirma. Los nuevos datos obtenidos por este grupo de investigación extienden la zona afectada por el vertido al doble de distancia desde el lugar donde perforaba la plataforma Deepwater Horizon y a un 50% más de profundidad. Al contrario que otras especies, los corales afectados por el vertido dejan pruebas gracias a que su esqueleto de carbonato permanece durante años después de que el animal -los corales son en realidad colonias de pólipos- haya muerto. «Una de las claves del uso de las especies de coral como indicadores ambientales es que el esqueleto que forman retiene las pruebas de la contaminación durante mucho tiempo después de que el hidrocarburo que provocó los daños haya desaparecido», explica Fisher. Por ese motivo, los investigadores utilizaron las cartografías 3D realizadas por las empresas petroleras, y ahora a disposición de la Oficina de Gestión de Energía del Océano de EEUU, para localizar posibles emplazamientos de comunidades de coral. Y tras un enorme trabajo de búsqueda, descubrieron cinco colonias desconocidas hasta la fecha y comprobaron que dos de ellas habían sufrido las consecuencias de las toneladas de petróleo liberadas. «Estábamos buscando comunidades a profundidades de más de 1.000 metros que rara vez superan el tamaño de una cancha de tenis», relata el autor del trabajo. Para localizar los corales, los investigadores utilizaron un vehículo autónomo programado para recorrer de forma exhaustiva un área concreta tomando imágenes a pocos metros del fondo oceánico. Una vez localizadas las áreas, los científicos utilizan un robot submarino para obtener las imágenes que les permitirán estudiar el estado de los corales y si han sufrido o no los efectos del vertido. Tras obtener las imágenes, los autores sólo tuvieron que comparar los organismos recién encontrados con aquellos que saben que fueron afectados desde el momento del vertido y a los que han realizado un seguimiento para conocer su estado actual, más de cuatro años después del accidente. «Con las cámaras que llevaba el vehículo por control remoto fuimos capaces de obtener preciosas imágenes de alta resolución de los corales», dice Fisher en una nota emitida por Penn State. «Cuando comparamos esas imágenes con los ejemplos que ya conocíamos de corales dañados por el petróleo, todos los signos que presentaban coincidían, por lo que pudimos dejar claro que dos de los nuevos ecosistemas descubiertos habían sido afectados por el vertido de petróleo de Deepwater Horizon», concluye el autor. Aún así, los investigadores señalan que la mayoría de las colonias conocidas no se habían visto afectadas por el petróleo. Referencia bibliográfica (en inglés): Charles R. Fisher, Pen-Yuan Hsing, Carl L. Kaiser, Dana R. Yoerger, Harry H. Roberts, William W. Shedd, Erik E. Cordes, Timothy M. Shank, Samantha P. Berlet, Miles G. Saunders, Elizabeth A. Larcom, and James M. Brooks Footprint of Deepwater Horizon blowout impact to deep-water coral communities. PNAS 2014 ; published ahead of print July 28, 2014, doi:10.1073/pnas.1403492111