La niña que quiso envenenar a su marido. Por Davinia Delgado. abc.es. 24/10/15. El Archivo Provincial expone este mes los documentos de esta truculenta historia que sucedió en Rute en 1676. El Archivo Histórico Provincial ha desempolvado uno de los documentos que engrosan la historia negra de Córdoba. Aunque, en esta ocasión, el suceso se saldó sin víctimas mortales, el crimen estuvo a punto de costarle la vida a Diego Rodríguez de Casasola a manos de su propia esposa, una niña de doce años con la que se acababa de casar.
Según reza en la causa de oficio, que data de 1976, María Josefa Villodres, más conocida como «Mariquilla la de Villodres», una niña que vivía en la localidad de Rute, fue obligada por su señora a contraer matrimonio con Rodríguez de Casasola, un vecino que tenía dieciséis años más que ella. Los documentos apuntan que «María se dejó convencer, pero muy pronto comenzó a sentirse engañada y decepcionada con aquello del casamiento. Ella quería volver a su anterior vida y quedarse moza, y así lo había manifestado en varias ocasiones. Por la noche, en la cama, daba la espalda a su marido, en muestra de rechazo». Tan solo llevaba una semana con su esposo, pero ya no podía aguantar más esa situación y tomó una drástica decisión: envenenar a su marido. Para llevar a cabo su plan se valió de una amiga, de seis años, con la que seguía jugando a menudo, y la mandó a comprar rejalgar, un veneno casero, que se usaba en muchos hogares para matar ratas y ratones. En los textos del Archivo se recoge que «el domingo, después de comer, su marido se disponía a acostarse para dormir la siesta. Justo en ese momento, se acercó María y le ofreció un terrón de azúcar, que ella misma le introdujo en la boca. Diego notó un sabor amargo y una textura arenosa, pero no le dio la mayor importancia. Al levantarse tenía un fuerte dolor de cabeza y sentía unas terribles náuseas, pero eso no le impidió ir a visitar a su madre, en cuya casa, vomitó todo lo comido». El malestar que sentía se prolongó durante toda la jornada. Nada más llegar a su casa, se acostó, pero no mejoraba. «María Josefa volvió a darle en dos ocasiones, sendos terrones de azúcar envenenados, que él ya no tragó, y al escupirlos en su mano, halló los granos de rejalgar». Un castigo ejemplarLuis Aguilar y Aranda, corregidor de Rute, tuvo conocimiento de estos hechos, y se dirigió a la casa del enfermo para recabar información, interesándose por la relación con su reciente esposa. «Decidió el depósito de María Josefa en casa del escribano, Miguel de León, y el traslado de Diego a la casa de María de Villodres. El corregidor continuó recabando los testimonios […], hasta llegar el turno de Mariquilla, a la que designó como curador a Francisco de Luque. En el interrogatorio, María lo negó todo». Finalmente, la muchacha acabó reconociendo los hechos y su esposo se querelló contra ella, pero poco después, retiró su demanda y pidió que la dejasen libre. El fiscal, por su parte, prosiguió el auto de oficio y pidió un castigo ejemplar para la rea. El corregidor sentenció a María Josefa de Villodres a un año de reclusión en la Casa de Recogidas de Baeza y seis mil maravedíes de multa; y a las tenderas que vendieron rejalgar, a una multa de dos mil maravedíes cada una. El marido, finalmente, «quedó sólo, enfermo y arruinado, dado que para que el cobro de la multa de su mujer, probablemente se embargarían los bienes matrimoniales de su dote y arras».