ULISESEstaba desesperada, ya no sabía qué podía hacer y el tic-tac del reloj le martilleaba la cabeza una y otra vez. Cada vez que se acercaban los exámenes, Beatriz tenía que sobreponerse al mismo martirio. "Me faltaba el aire, no podía controlar los nervios", explica esta estudiante del último curso de Enfermería. "Me aterraba el convencimiento que no iba a darme tiempo a aprendérmelo todo, que tendría que pagar una segunda matrícula… y la presión se hacía insoportable".