Para no caer en el clima catástrofe. Los expertos responden a la información alarmista sobre consumo de opiáceos. Por Dolores Curia. pagina12.com.ar. 09/04/19. Sostienen que la comparación con lo que se llamó la crisis de los opiáceos en Estados Unidos es errónea. Hay un leve incremento, pero lo consideran un mercado marginal.
En los estados norteamericanos más golpeados por el fenómeno conocido como la crisis de los opiáceos –Filadelfia, Virginia, California– es tan frecuente cruzarse con alguien que está teniendo una sobredosis en la calle que agentes de tránsito, bomberos y hasta los empleados de las bibliotecas públicas están siendo entrenados para actuar ante una emergencia. El improvisado rol de enfermeras de muchas bibliotecólogas, que aprenden a detectar síntomas e inyectar Naxolona –un antídoto para cortar la intoxicación–, es apenas una postal de la epidemia de sobredosis que atraviesa Estados Unidos, a causa de los opiáceos legales e ilegales. Hoy, un norteamericano tiene más chances de morir por una intoxicación con derivados de morfina que en un accidente de tránsito. En el marco del clima catástrofe que generan esas cifras, durante los últimos días, algunos medios argentinos encendieron alarmas sobre el aumento del consumo de opioides en estas tierras. La venta del OxyContin, cuyo principal componente es la oxicodona –derivado de la morfina que puede generar una fuerte dependencia–, por parte del laboratorio Mundipharma Pharmaceuticals SRL, que se instaló en Argentina en 2016, fue una de estas alertas. La noticia de la comercialización local del OxyContin –que en verdad está autorizada desde mediados de 2018– se difundió en el marco del escándalo judicial que generó la demanda en Nueva York contra siete laboratorios. El más conocido es Purdue Pharma de la aristocrática familia Sackler, que enfrenta un juicio por publicidad engañosa, por colaborar con la epidemia de opiáceos y enriquecerse a costa de la salud. Por otro lado, el último informe de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar) donde se indica que los analgésicos opioides sin prescripción médica ya son la tercera sustancia legal de mayor consumo en la Argentina, superados sólo por alcohol y el tabaco, es otra fuente de preocupación en esta línea. Y también lo es el dato de que el servicio de Toxicología del Hospital Fernández registró el año pasado ochenta casos vinculados con el abuso de Oxicodona, un número que viene creciendo desde 2015. Aun con la presencia de todos estos indicios, ¿es válida la comparación entre dos contextos tan dispares como el de Estados Unidos, donde la crisis de los opioides ya supera en muertes a las armas de fuego, y lo que se podría leer como una leve señal de incremento del consumo en Argentina? “No somos un país de heroína ni de Oxicodona”, calma los ánimos el profesor de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA Eduardo Barreiro. “En Estados Unidos el miligramo de Oxicodona llega a cotizar más que el oro. No estamos ni cerca. Allá tienen en especial un problema con el Fentanilo, otro opiáceo. Algo que acá no hay. El OxyContin es lo que los norteamericanos usan cuando no tienen heroína. Pero, insisto, nosotros no somos grandes consumidores de ninguno. Si hay casos de abuso, suelen ser anestesistas o médicos, que tienen acceso a eso”. También desde la Sedronar hacen algunas aclaraciones al dato que se desprende del último estudio en el que los analgésicos opioides sin prescripción médica figuran como la tercera sustancia legal que se consume en la Argentina. Verónica Brasesco, directora del Observatorio Argentino de Drogas, explica que el estudio incluye a todos los que alguna vez en la vida consumieron estos medicamentos: “No distinguimos todavía entre un uso recreativo, quien lo consume de modo prolongado en el tiempo y quien lo consumió ocasionalmente (porque alguien se lo dio para probar, por ejemplo)”. Pero también agregan el dato de que en los últimos “ocho meses recibimos llamados a nuestra línea de personas que consumieron Morfina, Tramadol, Codeína –todos opiáceos– y les produjo algún efecto” que motivó una consulta. Para Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández, una cosa es informar sobre las precauciones necesarias frente al consumo de este tipo de sustancias y otra es demonizarlas: “Son para dolores crónicos. Para una persona con un cáncer terminal, la morfina es una bendición. Pero mal utilizada es terrible. Se lo puede usar tres días sin problemas. Pero al cuatro día tiene que pensar en cambiar ese analgésico porque genera mucha dependencia física y el cuerpo cada vez va a demandar más (ver recuadro)”. Si hay en Argentina un mercado negro de opiáceos, es muy marginal. Por lo menos en este punto coinciden muchos especialistas. “La Oxicodona y el resto de los opioides acá está totalmente regulado. Sólo se pueden comprar con un formulario especial. El médico tiene que estar registrado ante la Anmat y debe tener un recetario oficial para prescribirlo. Tampoco es de las drogas más usadas por nuestros profesionales”, asegura Ricardo Saxton, titular de Farmacología de la Universidad Maimónides y farmacéutico del Fleni. Marcelo Peretta, Secretario General del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb), indica que “la mortalidad por abuso de estos analgésicos es muy acotada y suele estar asociada a una elite: quienes pueden pagar las drogas caras, famosos, público de raves. El ícono de esto es Ricardo Fort: personas de alto poder adquisitivo que padecen dolor crónico”. ______________________________________________________________________________________________________________________________
Subnota: Crisis de opiáceos. Distintas caras, la misma emergencia. pagina12.com.ar. 09/04/19. La crisis de los opiáceos comenzó a principios de la década de 2010 a través del uso de fármacos con receta médica, como oxicodona y otros analgésicos derivados de la morfina. Para el Departamento de Estado, EE.UU. sufre su mayor “crisis de droga desde los 80”, una epidemia que llevó a Donald Trump a declarar la emergencia sanitaria en 2017, el año en el que 45.000 personas murieron por este tipo de sobredosis. Hay dos crisis entrelazadas: por un lado la aparición del Fentanilo, una sustancia cincuenta veces más potente que la heroína y muy difícil de dosificar, con mucha circulación en el mercado negro. Otra gran cantidad de muertes están relacionadas con una prescripción indebida de medicamentos opiáceos y el uso de sus derivados. El Gobierno de Trump ha hecho punta en la retórica basada en impedir el flujo de drogas que llega a Estados Unidos (principal país consumidor) provenientes en su mayoría de México. Al declarar la emergencia aseguró que el famoso muro frenaría la entrada de drogas, pero nada dijo del problema de las muertes por medicamentos legales consumidos con y sin receta dentro del territorio norteamericano. Lo que el discurso de la guerra contra las drogas no menciona es que la crisis es binacional: México y Estados Unidos afrontan un mismo fenómeno que se manifiesta de modos diferentes de un lado y otro de la frontera. La contracara de las sobredosis son los índices de violencia que en México alcanzan niveles inéditos: sólo en 2017 hubo más de 28 mil víctimas por homicidio doloso registradas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública de ese país. A estas cifras hay que sumarles una paradoja: mientras en los dominios de Trump trepan las muertes por sobredosis, en el resto del mundo hay muy poco acceso a medicamentos para el dolor, que utilizados con seguimiento médico mejoran la calidad de vida de quienes sufren enfermedades crónicas o terminales. Son distintas caras de una misma emergencia humanitaria de la que se dio cuenta en la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (Ungass) en 2016. Un informe aportado por un comité científico para esta sesión especial indica que si bien muchas drogas controladas son consideradas “indispensables” para tratar condiciones de salud y aliviar el sufrimiento humano, “en más de 150 países se informa que el tratamiento para el dolor es insuficiente, lo que representa aproximadamente el 80 por ciento de la población mundial”.
Subnota: Guía para el consumo seguro. Entrevista a Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández. Por Dolores Curia. pagina12.com.ar. 09/04/19. Sorprende que según los últimos datos oficiales los analgésicos opioides figuren como tercera droga legal de abuso en Argentina, debajo del tabaco y el alcohol. Da la impresión de que los psicofármacos son mucho más populares. –Lo que pasa es que los psicofármacos tienen más prescripción. Hoy todo el mundo consigue receta de psicofármacos. Pero si este dato no se aclara, parece que tenemos un problema con los opioides. Y no. Se consumen más psicofármacos. Los médicos prescriben más psicofármacos que opioides. –¿Por qué? –Los pacientes lo demandan, frente a la ansiedad. Cualquier cosa se convierte en un ataque de pánico. La gente tiene mucho trastorno del sueño porque tenemos una mala alimentación, una vida muy complicada, una inflación insoportable. Y además hay presiones muy fuertes de los laboratorios sobre los médicos para que prescriban psicofármacos. –¿Cuándo se recetan opioides? –Son para dolores crónicos o muy fuertes. Para una persona con un cáncer terminal, la morfina es una bendición. Pero mal utilizada es terrible. Pasa con todos los opioides. Son excelentes cuando se usan bien. Se los puede usar tres días sin problemas. Pero al cuarto día tiene que pensar en cambiar ese analgésico porque genera mucha dependencia física y el cuerpo cada vez va a demandar más. Si los toma muchos días y los corta de golpe, se genera un síndrome de abstinencia, que también puede poner en riesgo la vida. Se entra en un camino de muy difícil salida. –¿Y cómo se sale? –Con una terapia de sustitución. Se va paulatinamente disminuyendo las dosis y sustituyéndolas con otro medicamento, y se suma una terapia psicológica. La forma más común de uso indebido es que el médico suspenda el opioide, el paciente entonces siente que no hay nada que le calme el dolor y empieza a conseguir la sustancia ilegalmente. Otra: jóvenes probadores de sustancias que entran de modo recreativo. Nosotros no tenemos un problema como el de los norteamericanos. Acá hay mucho control, excepto por uno, el Tramadol, que se consigue más fácil que el resto. –En Mercado Libre se consigue Tramadol a muy bajo precio y, por supuesto, sin receta. –Es una barbaridad porque se hace mal uso de un medicamento que debe estar bajo estricta vigilancia. Insisto: la gente debe saber que no debe tomarlo más de tres días, excepto casos muy graves, con estricto seguimiento de un médico paliativista, un oncólogo o un especialista en dolor.