En 2015 el rabino Sergio Bergman aseguró que no se puede limpiar el Riachuelo sin limpiar Acumar. En mil días prometió limpiarlo María Julia Alsogaray. Carlos Saúl Menem dijo que “vamos a ir allí a pasear en barco, a tomar mate, a bañarnos y a pescar”. Fernando De La Rúa brilló por su ausencia. La ex secretaria de Ambiente kirchnerista Romina Picolotti aseguró que se resolvería en diez años y Mauricio Macri en cuatro. Hubo una larga lista de funcionarios de todos los gobiernos que prometieron la limpieza y el saneamiento del Riachuelo, una de las promesas más repetidas de la clase política argentina. Ayer, a diez años del fallo de la Corte Suprema de Justicia que ordenó la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la Cuenca Matanza – Riachuelo, la recomposición y la prevención de daños futuros casi no ha cambiado nada.
Durante el kirchnerismo, Romina Picolotti prometió cloacas. Con la expansión de la carne argentina en el siglo XX, el Riachuelo se convirtió en la solución de las empresas para disponer de sus residuos, la provisión de agua para sus procesos y un medio económico para el embarque y desembarque de sus productos. Fue así como el puerto de La Boca del Riachuelo se desarrolló con una economía basada en la navegación comercial, donde también hubo talleres y fábricas que con el tiempo se asentaron en las orillas.