Las tintas de los tatuajes modernos contienen principalmente pigmentos orgánicos, pero también pueden incluir conservantes y contaminantes como el níquel, arsénico y plomo. Sin embargo, es «muy difícil» medir los efectos a largo plazo que pueden tener las tintas ya que, en la mayoría de los países, están clasificadas como cosméticos, por lo que su toxicología a largo plazo no puede ser probada en animales.