Costa Rica, productor mundial de suero contra mordeduras de serpientes. univision.com.15/04/10. Matabuey (cascabeles de tipo neotropical y muda), terciopelos (bocaracá y oropel o toboba de pestaña) y corales, son algunas de las serpientes venenosas de Centroamérica utilizadas en el Instituto Clodomiro Picado para producir suero antiofídico, el antídoto que salva a las víctimas de sus temibles mordeduras.Más de 800 serpientes venenosas viven en este Instituto, situado a una docena de kilómetros al norte de San José, aisladas en cajas de plástico o cristal debidamente etiquetadas, bien alimentadas, lo más tranquilas posible para no estresarlas más de lo que les provoca la cautividad, con el único cometido de producir veneno para crear antídotos contra sus mordeduras. Sigue…
El veneno se extrae "3 ó 4 veces al año", explica el biólogo Fabián Bonilla, que ya ha vivido en propia carne una mordedura de las temidas corales, las joyas de la corona de este serpentario que con más de 200, es el "mayor del mundo" de esta especie, una de las 22 serpientes venenosas de las 139 que se encuentran en Costa Rica.
La extracción de veneno es todo un ritual. "Se necesita toda una serie de preparativos: el animal permanece sin comer quince días antes de la extracción y después necesita más tiempo para desestresarse y comer bien", dice Bonilla.
"Es un proceso muy estresante para el animal", sostiene el biólogo.
Las serpientes utilizan el veneno para digerir a sus presas, por lo que la cantidad de tóxico que inoculan a la víctima -y por ende su peligrosidad- disminuye considerablemente cuando acaban de alimentarse.
El suero antiofídico se produce con ayuda de caballos, a los que se les inyectan "dosis que no les afecten" de veneno durante tres meses seguidos, explica la directora del instituto, Yamileth Angulo.
"Cuando se supone que el caballo ha respondido bien y que ha producido proteínas contra ese veneno en gran cantidad, se le somete a lo que se llama sangría de producción: se le extraen ocho litros de sangre diarios durante tres días a cada caballo", cuenta.
Una vez separados los globulos rojos y el plasma, se le reinyecta la sangre al animal. "Así garantizamos que al caballo no le va a pasar nada", dice.
El instituto, dependiente de la Universidad de Costa Rica, produce unas 100.000 dosis al año no solo para consumo interno y para Centroamérica, que comparte el mismo tipo de serpientes venenosas, sino que lo vende a Suramérica, Estados Unidos, algunos países de Africa, Papúa Nueva Guinea, Australia o Taiwán.
Gracias a un acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el instituto se ha comprometido a vender el suero antiofídico a Africa por 20 dólares la dosis. "Para cubrir gastos", explica Angulo.
Nada que ver con los 1.000 dólares que puede costar una dosis de los laboratorios farmacéuticos privados, incluso en Africa, dice.
Como cada familia de ofidios tiene su antídoto, y no se pueden importar especies foráneas al país, el Clodomiro Picado tiene un acuerdo con la Universidad inglesa de Liverpool, que cuenta con un enorme serpentario, para que le envíe el veneno de dichas especies y así poder elaborar el suero correspondiente.
El olor del serpentario es intenso y desagradable para el visitante, aunque biólogos y personal del mismo ya no notan nada.
El Instituto, que también prepara antídotos contra los escorpiones, recibe serpientes de particulares. Una ley protege en Costa Rica a estos bellos pero inquietantes animales que sólo atacan para defenderse.
Al llegar al Instituto, los animales pasan por la sala de cuarentena, donde se les desparasita -algunos llegan llenos de garrapatas-, se verifica su estado de salud, se les nutre apropiadamente de roedores muertos o incluso, en el caso de las corales, de pescado con las mismas proteínas y forma que tendrían las pequeñas culebras de las que se alimentan en libertad.
"Muchas mueren rápido porque no se adaptan a la cautividad", dice Aaron Gómez, otro biólogo.