Sucede continuamente a nuestro alrededor, aunque nos pase inadvertido.
Es algo que podemos intuir continuamente al ver cualquier telediario, donde sin recato ni vergüenza, los supuestos periodistas, nos venden sibilinamente los últimos productos lanzados al mercado: desde los desfiles de tal o cuál marca de ropa o lencería, pasando por la última película de estreno, el último móvil, el último videojuego innovador o cualquier producto por el que las grandes corporaciones hayan pagado un anuncio encubierto.
Y esto demuestra que el periodismo auténtico ya no existe.Cambiemos de una vez por todas las definiciones del diccionario: ahora periodismo es sinónimo de prostitución.