La otra plaga de la pandemia: más plásticos de usar y tirar. Por Mónica Timón.
consumer.es. 24/10/2020. El distanciamiento social y el temor a contagiarnos del coronavirus que pudiera permanecer en superficies ha aumentado el empleo de plásticos de usar y tirar que muchos habían descartado.
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Además de las dramáticas consecuencias sanitarias, sociales y económicas del coronavirus, el nuevo escenario nos ha acostumbrado a ciertos hábitos. Hoy resulta impensable salir de casa sin mascarilla o no limpiarse las manos con gel hidroalcohólico al bajar del autobús, medidas clave para frenar la transmisión y reducir la posibilidad de contagio. Pero la covid-19 también nos ha obligado a dejar de lado acciones positivas que, en mayor o menor medida, ya habíamos interiorizado. Es el caso de los plásticos de usar y tirar, cuya utilización ha resurgido.
El uso insostenible de plásticos de usar y tirar ya era una amenaza antes de la pandemia. Y el rápido aumento en la utilización de productos plásticos para protegerse del virus ha empeorado la situación. Lo confirman los datos: se estima que cada mes se emplean en el mundo unos 129.000 millones de mascarillas desechables y 65.000 millones de guantes, según un estudio de Environmental Science & Technology. Cada año llegan al mar más de 13 millones de toneladas de basura, causando unas pérdidas para la pesca y el turismo estimadas en 35.000 millones de euros anuales, estima el Programa de la ONU para el Medio Ambiente. Pero este aumento no se ha
producido solo en el ámbito sanitario, quizás el más evidente e inevitable.
Los principales plásticos de usar y tirar en la pandemia
Alerta la ONU de que el distanciamiento social ha generado una avalancha de productos enviados diariamente a hogares, embalados y envueltos en envases: hemos recurrido cada vez más a las compras online y a la comida para llevar. A esto se suma que las monodosis y los cubiertos de plástico han vuelto a ganar terreno en la hostelería. ¿Hemos dado un paso atrás en la batalla contra los plásticos no reutilizables?
Desde el inicio del estado de alarma, el 14 de marzo, se ha incrementado en un 15 % la cantidad de envases que acaban en el contenedor amarillo. Esta cifra responde a un crecimiento del consumo dentro de los hogares como consecuencia del confinamiento, explican desde la organización de reciclaje Ecoembes. Ese 15 % proviene de lo recogido por las plantas de selección, por lo que tiene ya en cuenta el parón de la actividad económica (hostelería, empresas) durante esos meses.
El temor a que el virus pudiera permanecer en la superficie durante días ha aumentado el uso de plásticos de usar y tirar que muchos ya habíamos descartado, como bolsas no reutilizables –para hacer la compra– o botellas de agua. “En momentos como este se antepone el riesgo a que te puedas contagiar a pensar en el daño al medio ambiente”, asegura Ethel Eljarrat, investigadora científica del Departamento de Química Ambiental del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA – CSIC).
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En el ámbito sanitario es donde quizá más ha aumentado el uso de plásticos no reutilizables, con los Equipos de Protección Individual (EPI) para el personal hospitalario, “que incluyen productos de material plástico de un solo uso, como mascarillas o guantes”, puntualiza Eljarrat. El aumento del número de hospitalizaciones también ha influido, con la mayor utilización de respiradores, jeringuillas, bolsas de sangre y otros productos inevitables. Para hacernos una idea de la magnitud, los residuos generados en hospitales se han multiplicado por cuatro en Asturias o País Vasco durante estos meses, situaciones escalables a toda España.
Cómo reforzar la sensibilización
La correcta gestión de la enorme cantidad de residuos que generamos es, en tiempos de pandemia, aún más imprescindible. En los últimos meses, varias organizaciones ecologistas han hecho un llamamiento para evitar que los plásticos en general y, en especial los que ahora usamos de manera más frecuente, acaben en la naturaleza.
En esa línea, WWF ha lanzado la campaña ‘Recoge el guante’, que apela a la responsabilidad ciudadana para que se depositen las mascarillas y los guantes en el contenedor de restos y nunca en el amarillo, destinado a envases de plástico, briks y latas. “Estos productos no se reciclan porque hay que hacer una criba de los residuos y manipularlos, y se correría el riesgo de que el virus se pudiera transmitir. Tras tirarlos al contenedor, su salida es la incineración o el vertedero”, explica Eljarrat. De hecho, durante el estado de alarma se aprobó una orden que obligaba a que todos los residuos susceptibles de estar contaminados por covid 19 se depositaran en la fracción resto, con independencia de su material. La ONG hace hincapié en que una naturaleza sana, con una biodiversidad bien conservada, es la mascarilla más eficaz y la mejor vacuna para luchar contra futuras pandemias.
Por su parte, Greenpeace, con el apoyo de más de 100 expertos en salud de todo el mundo, ha recordado que los productos y envases desechables no son inherentemente más seguros que los reutilizables, y que estos pueden usarse durante la pandemia desinfectándolos correctamente. La declaración firmada por los expertos desvela también que, para evitar la transmisión, se puede suponer que cualquier objeto o superficie en un espacio público –sea reutilizable o desechable– puede estar contaminado con el virus.
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No hay que olvidar que la gestión de los residuos debe ser la última opción, pues lo esencial es que primero reduzcamos nuestro consumo, después reutilicemos lo que ya tenemos y lo reciclemos cuando ya no pueda sernos útil de ningún modo.
¿Hacia dónde apunta el futuro?
Grupos de investigación trabajan a nivel mundial en busca de materiales alternativos a los basados en el petróleo, como aquellos procedentes de la celulosa o de diferentes algas. El fin es desarrollar opciones que ofrezcan las mismas ventajas que tendría el plástico, pero que sean de origen renovable, con mayor vida útil o más fácilmente degradables o reciclables. Sin embargo, hay que tener en cuenta el ciclo de vida completo del material y no únicamente el residuo. Es decir, el papel es más fácilmente degradable y reciclable, pero implica deforestación, además de la contaminación que genera la industria papelera y de celulosa debido, entre otras causas, a su alto consumo de energía y agua, por lo que la huella ambiental del papel podría ser mayor. También hay que tener en cuenta que existen materiales que, a pesar de no proceder del petróleo, necesitan los mismos tiempos de degradación en el mar, como los plásticos de origen renovable compostables.
Pese a los avances, Eljarrat lamenta que no hayamos contado ya con materiales más sostenibles. Para que lo sean, no solo hay que fijarse en el material en sí, sino en todo su ciclo de vida, pues uno fabricado con fibras naturales pero cultivadas en el otro lado del planeta tampoco es sostenible. “Si hubiéramos hecho los deberes a tiempo, la aparición de una pandemia como esta nos habría encontrado ya con alternativas menos dañinas para el medio ambiente. Sin embargo, no lo hemos hecho y, antes que contagiarnos, utilizamos el material plástico desechable del que disponemos”, concluye. En esa línea, el mundo necesita rediseñar la forma en que consumimos y cambiar nuestra arraigada cultura de usar y tirar.
El confinamiento, un respiro para el planeta
La obligación de permanecer en casa congeló la actividad humana a gran escala, con consecuencias positivas para el medio ambiente. La ONU calcula que las medidas de confinamiento provocaron la caída del 5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, y también se apreció una mejora de la calidad del aire y del agua.
Otro efecto secundario muy significativo del parón global es el retraso del Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Esta es la fecha en la que agotamos los recursos naturales que el planeta es capaz de producir en 12 meses. Se trata de una fecha que no ha dejado de adelantarse desde 1970, pero que en 2020 se ha retrasado casi un mes, del 29 de julio en 2019 al 22 de agosto en 2020, como consecuencia de la paralización de la actividad mundial.
Sin embargo, este alivio ha resultado ser también temporal. “En cuanto se ha regresado a la actividad, los niveles del aire han vuelto a ser los que eran, con lo que ha sido una mejora exclusiva de los dos meses que hemos estado confinados”, asegura Eljarrat. Hemos aprendido rápido a protegernos, pero aún tenemos mucho que aprender para preservar el medio ambiente. Cambiando nuestros hábitos y optimizando las actividades industriales para que tengan menor impacto ambiental podemos realmente ver un cambio en nuestro entorno, con el consecuente impacto positivo en la salud humana. Esto es especialmente importante en un momento en el que convivimos con un virus que afecta al aparato respiratorio, por lo que mejorar la calidad del aire es muy efectivo para afrontar virus de este tipo en el futuro.