Las hierbas medicinales.eluniversal.com. Por Ricardo Gil Otaiza. 02/03/12. Suele afirmarse en los predios populares que la medicina herbaria es inocua; es decir, inofensiva. Es más, muchas personas afirman (sobre todo cuando las entrevistamos con fines etnobotánicos) que "si una hierba no hace bien tampoco hace mal". Craso error. Cada planta es tóxica en potencia, porque contiene en su interior innumerables principios activos que le confieren propiedades que le son intrínsecas, de allí sus efectos terapéuticos; de allí su toxicidad. Hace ya varios siglos Paracelso puso las cosas en su sitio al afirmar, que "todo es veneno y no hay nada que no lo que contenga, depende de la dosis para que una droga sea o no un veneno".
Mata de aloe vera florecido en Rosario
(Sertox)
Vistas así las cosas, cada vez que me corresponde dictar charlas, conferencias o presentar ponencias sobre el área (con bastante frecuencia, por cierto) procuro establecer las diferencias básicas entre el uso y el abuso de las plantas medicinales, enfatizando que cualquier hierba puede en algún momento afectarnos si no la utilizamos con un criterio de racionalidad y eficiencia. De más está afirmar que con base en sus compuestos químicos, pertenecientes a disímiles grupos de moléculas, cada planta presenta especificidad a la hora de sopesarse un posible efecto terapéutico. Eso no quiere decir —por supuesto— que una misma planta no pueda ser útil para varias patologías, ya que hay casos en los que los metabolitos presentan un amplio espectro químico; pero bajo la visión académica contemporánea se derrumba aquella vieja creencia de la denominada panacea ("una misma droga puede servir para todos los males"), que trajo consigo en el pasado infinidad de problemas y muertes por intoxicación. No obstante, muchos pacientes siguen pensando que existen plantas que sirven para casi una infinidad de circunstancias, y es así como en nuestras investigaciones hallamos a cada instante casos de especies vegetales que los informantes señalan con virtudes curativas para un buen número de enfermedades (esto ocurre con la zábila o Aloe vera L., reseñada para inflamaciones, úlceras, gastritis, limpieza de la piel, quemaduras, estreñimiento, acné, hemorroides, golpes, chichones, torceduras, heridas, y un largo etcétera). En mis conferencias sobre el tema suelo hacer énfasis en la necesidad de establecer criterios que nos permitan darles a los pacientes un amplio margen de seguridad. Para ello, conjuntamente con los efectos terapéuticos que tienen las plantas, suelo agregar los problemas que podrían generarse en los pacientes en caso de abusarse de las hierbas (en cuanto a dosis). Además, no contento con esto, extremo las medidas en cuanto a que no doy por hecho propiedades terapéuticas que no estén debidamente avaladas por la literatura científica. Y por si fuera poco, en los textos que hemos publicado sobre hierbas (los cuales son producto de exploraciones etnobotánicas) hacemos todas clases de advertencias acerca del uso correcto de las especies medicinales. En el libro titulado Herbolario tradicional venezolano (Consejo de Publicaciones de la ULA, 2009), en el que comparto la autoría con el Ing. Juan Carmona, incorporamos información mágico-religiosa, como una forma de mostrar a los lectores el sincretismo dado entre la vieja tradición herbolaria (que se remonta a tiempos inmemoriales), con las creencias producto de nuestro mestizaje. Esto no implica, como es lógico suponer, que como autores avalemos los rituales como parte del proceso terapéutico (y dejamos constancia de nuestra postura académica en el Prólogo), sino que por formar parte de nuestras tradiciones culturales, deberían ser conocidos por todos como una manera de identificarnos en nuestras propias raíces. En todo caso (y es nuestro lema): "si las plantas medicinales no te hacen bien, te pueden causar daño". Si no lo creen, pregúntenselo a los pacientes (bueno, en el supuesto de que sobrevivan) que llegan a las emergencias de los hospitales intoxicados por el uso indiscriminado y abusivo de hierbas.