La Antártida, un lienzo en blanco para estudiar la “élite” de los contaminantes.republica.com. 15/01/17. Los contaminantes orgánicos persistentes (COP), altamente tóxicos, pueden viajar por aire y agua y pasar de un medio a otro. Los contaminantes orgánicos persistentes (COP) son “la élite” de los contaminantes químicos que se liberan al medio ambiente. Pueden viajar por aire y agua y pasar de un medio a otro, convirtiéndose en una amenaza global. Ahora, un grupo de investigadores españoles analizará su presencia en la Antártida. La primera evidencia de COP en la región antártica data de los 60, cuando se comprobó la presencia del pesticida DDT (dicloro difenil tricloroetano) en sus ecosistemas, detalla a Efe José Luis Roscales, del Instituto de Química Orgánica General del CSIC, quien estudiará la presencia de estos compuestos en la Antártida dentro del proyecto Sentinel.Leer relacionado: Estudio español encuentra bifenilos policlorados en la atmósfera del continente antártico
Después, han sido varios los estudios que han constatado la presencia de COP en la Antártida, como el publicado en noviembre pasado en la revista ‘Atmosferic Environment’ por científicos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (CSIC). En el artículo, los investigadores aseguraban que la atmósfera antártica almacena, entre otros, restos de bifenilos policlorados, que se usaron en el pasado como revestimiento en muchos aparatos eléctricos y que fueron prohibidos hace décadas. Muchas de las sustancias consideradas hoy COP fueron sintetizadas para ser utilizadas en la agricultura, como el pesticida DDT, o por sus aplicaciones industriales o para productos de consumo. Estos se caracterizan por una gran persistencia en el medio, una alta toxicidad para el hombre y los ecosistemas, incluyendo su carácter carcinogénico y su capacidad para imitar nuestras hormonas (disrupción endocrina). Además, los procesos de bioacumulación y biomagnificación les permiten acumularse en organismos a lo largo de su vida y amplificar su presencia a través de la cadena trófica (si un animal, por ejemplo, come plancton con COP, lo acumulará en su organismo). El Convenio de Estocolmo, ratificado por 180 países, entre ellos España, aunque no EEUU ni Italia, reguló inicialmente 12 productos químicos, que llamó la “docena sucia”, entre los que estaba el DDT. En 2009 incorporó otros nueve, muchos como familias de compuestos. El convenio está vivo y ha seguido introduciendo sustancias en la lista de COP, como endosulfán en 2011 o hexabromociclododecano en 2013. Algunos de estos contaminantes orgánicos están totalmente prohibidos, como la aldrina (plaguicida) pero en otros se establecen excepciones en su uso, como en el caso del sulfonato de perfluorooctano, utilizado en determinados dispositivos médicos, o del DDT, usado como insecticida para el control de la malaria. Además, el convenio establece las medidas a tomar para minimizar el impacto de aquellas sustancias que no se generan intencionadamente, como las dioxinas y furanos derivados de la combustión a altas temperaturas, detalla el investigador del CSIC. Precisamente Roscales, junto a Elena Cerro y Mariana Pizarro del CSIC, estudiará la presencia de los COP en el ecosistema antártico. Partirán mañana a la Antártida y lo harán en el marco de Sentinel, un proyecto financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y desarrollado entre el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea) de Barcelona e Instituto de Química Orgánica General (IQOG) de Madrid. El objetivo es mejorar el conocimiento de los mecanismos por los que estos nocivos contaminantes viajan y se acumulan en los ecosistemas polares. La campaña de muestreo se desarrollará del 19 de enero al 23 de febrero desde la Base Antártica Española Gabriel de Castilla del ejército de tierra, situada en la isla Decepción. Roscales indica a Efe que se recogerán muestras de aire, suelos, sedimentos, de restos de excrementos de aves, plancton o nieve. El equipo de Andrés Barbosa, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, recopilará muestras de sangre de pingüinos y un equipo de la Universidad de Barcelona (proyecto Distantcom) lo hará de invertebrados de los fondos marinos. Todas las muestras serán luego analizadas en el IQOG e Idaea. Sentinel, que también estudiará la influencia de los COP en las comunidades bacterianas marinas, parte de la hipótesis de que la Antártida, y específicamente la parte norte de la Península Antártica, es una región clave para la identificación de los contaminantes químicos que tienen el potencial de ser dispersados. “La Antártida ofrece una oportunidad muy interesante para identificar qué sustancias químicas tienen ese comportamiento de ser transportadas globalmente”, según el investigador del CSIC, quien afirma: “es un lienzo en blanco para estudiar estos componentes -élite de los contaminantes químicos-, ya que refleja la huella química que dejamos a escala global”. En la Antártida, continúa, no hay fuentes directas destacables de COP, aunque recientemente algunos estudios han identificado las bases científicas y la actividad turística como fuentes locales, por eso los investigadores también van a tratar de evaluar su propia huella allí.