¿Dónde duelen más las picaduras y por qué? Por Gracia Pablos. elmundo.es. 26/09/18. ¿Dónde debemos temer más una picadura? Esta fue la pregunta que se hizo el por entonces doctorando de la Universidad de Cornell Michael Smith, tras comprobar que una fortuita picadura en los testículos no había resultado ser tan dolorosa como cabría esperar. Leer relacionado: Le puso el cuerpo a su investigación sobre las abejas para saber donde duele más…
Una avispa te mira
(Sertox)
Su curiosidad le llevó a investigar si existía literatura científica al respecto y al no hallar una respuesta decidió emprender un experimento cuanto menos peculiar. Seleccionó 25 localizaciones en diferentes partes del cuerpo y durante 38 días se sometió a cinco picaduras cada mañana a la misma hora. Armado con un pequeño fórceps, sujetaba cada abeja por las alas y la presionaba contra el área escogida, manteniendo el aguijón dentro durante un minuto completo. Una vez retirado, tocaba puntuar el dolor en una escala que iba del 1 al 10. Y así hasta tres veces en cada área, para que el resultado fuera "consistente". ¿Por qué una abeja y no otro insecto? Porque es uno de los himenópteros de mayor distribución, y porque por desgracia muchos han sufrido sus picaduras y por tanto podrían comprender mejor el verdadero significado de cada puntuación. Pero existe otra razón: años atrás, el entomólogo Justin Schmidt emprendió un estudio que muy probablemente sirvió de inspiración para este otro. Decidido a averiguar qué insectos eran los más temibles, se sometió a la picadura de hasta 78 especies y calibró en una escala el grado de dolor infligido. Y en ese ranking, publicado recientemente en el libro The Sting of the Wild, la abeja común ocupaba los puestos centrales con un 2 sobre 4. El estudio de Smith se publicó en 2014 y, debido al evidente sacrificio y entrega de su autor, acaparó titulares por lo estrambótico del procedimiento seguido para llegar a unas conclusiones que podían parecer evidentes (sí, la picadura en el pene se confirma como muy dolorosa). Un año después la investigación recibiría además el IgNobel 2015, un premio creado a modo de parodia de los Nobel que se entrega cada año a estudios científicos que provocan más risa que admiración. Sin embargo, entre sus conclusiones se encuentran datos que merece la pena mirar con más atención porque esconden más pistas de lo que parece en un primer momento. Smith concluyó que una picadura en el tallo del pene resulta ser bastante dolorosa (concretamente un 7,3/10) pero sorprendentemente no es la peor localización posible. El labio superior, con un 8,7/10, y las aletas de la nariz, con un 9/10, son sin dudas áreas a proteger si existen abejas a la vista. Es obvio que en un estudio con un único sujeto, y en algo tan subjetivo como es la medición del dolor, no podemos inferir que esas puntuaciones se puedan trasladar al resto de la población (en especial a la parte femenina) pero sí podemos intuir qué factores pueden determinar que estas áreas, y no otras, obtengan una mayor nota. El propio Smith apunta una posible respuesta: el grosor de la piel. Si comparamos las capas de piel del tallo del pene y de la espalda, por ejemplo, es fácil imaginar que una picadura en el primer caso tiene peor pronóstico.
Sin embargo, esta teoría no explica por qué esta relación no se cumple también a la inversa: una piel gruesa no siempre implica menos dolor. En un estudio publicado en 1999 en Archives of Dermatological Research, los investigadores, que en este caso sí contaban con una muestra representativa de la población, establecieron el grosor medio de la piel que recubre cada parte del cuerpo. Según sus conclusiones, los genitales efectivamente tenían una capa de piel muy delgada, al igual que la cara, el cuello y el cuero cabelludo, mientras que las palmas de las manos, las plantas de los pies y sobre todo el talón, mostraron unas capas más gruesas. Sin embargo, en el estudio de Smith la palma, de mayor grosor que el dorso de la mano, intercambiaba posiciones en lo referente al dolor de las picaduras.
Manuel Fernández-Lorente, dermatólogo del Grupo Pedro Jaén, ha llevado a cabo infiltraciones a diario desde hace más de 15 años y confirma la relación causal entre piel fina y dolor aunque también nos explica por qué podría producirse esta falta de concordancia en algunas localizaciones: "Las zonas en las que la piel es muy fina a priori son más dolorosas; no obstante, en éstas usamos agujas muy finas, siendo por tanto menor el dolor. Por ejemplo, en el dorso de la mano una inyección es menos dolorosa que en la palma, ya que para pinchar esta última es necesaria una aguja más gruesa". Esto podría pasar también en la naturaleza, es posible que la abeja haga que el aguijón penetre con más fuerza en zonas de piel más gruesa para conseguir inocular el veneno, como sucede con las inyecciones. "Si usamos un mismo calibre de aguja para estas dos zonas no conseguimos infiltrar el producto en la palma de la mano, por lo que usamos un calibre mayor, con el consiguiente dolor", explica el doctor Fernández-Lorente. Es posible por tanto que las conclusiones de este estudio se puedan extrapolar más allá de las picaduras: los mismos mecanismos que explican por qué puede doler más o menos en cada localización nos pueden ayudar a intuir dónde sería más dolorosa una inyección, un tatuaje o un piercing, por ejemplo. De hecho se maneja otra teoría para explicar la variabilidad del dolor que también se podría aplicar a todos estos ámbitos: la presencia de terminaciones nerviosas. "La zona peribucal también es la más dolorosa de la cara", nos explica el dermatólogo, "cuando infiltramos ácido hialurónico la zona más dolorosa es la boca. De hecho las pacientes toleran sin anestesia las infiltraciones de este material en toda la cara menos en el labio". Precisamente el labio superior era el segundo en el ranking de Michael Smith, pero también tiene sentido para el primero de la lista: "las fosas nasales efectivamente también son zonas muy dolorosas, están muy inervadas y además la piel es muy fina y está en contacto directo con el cartílago, por lo que cualquier leve pinchazo es muy doloroso", comenta Fernández-Lorente, "de hecho para elevar la punta nasal pinchamos botox en la columela de la nariz (la zona que comunica la nariz con el labio superior) y se trata de una infiltración muy dolorosa". Smith describe además que el efecto de sufrir una picadura en las aletas de la nariz no es únicamente el dolor, también provoca estornudos, lágrimas y un flujo abundante de mucosidad. Pese a todo, el autor dejó fuera de su estudio determinadas áreas que consideró que no merecían el riesgo, como los párpados (su supervisor le advirtió de que podría poner en riesgo la visión) o la lengua. Para esta última localización contamos sin embargo con la descripción, un tanto poética, del autor de The Sting of the Wild, quien sí sufrió una picadura de abeja en la lengua , aunque por una vez no de forma voluntaria: "(El dolor) es inmediato, dañino, visceral, debilitante. Durante 10 minutos la vida no merece la pena". Mejor no arriesgar.