Pronto, dada la ausencia de médicos en la zona, se convertirá en una persona relevante en Nagyrév, tanto por sus labores en los partos como por su habilidad para dar recomendaciones médicas al resto de mujeres de la aldea. Y no sólo médicas, pues, en una región donde abundaba la pobreza y el analfabetismo, una comadrona era considerada una persona sabia y digna de respeto.
1914. Estalla la Gran Guerra y la mayoría de los varones de Nagyrév son llamados a filas, reclutados para la defensa del Imperio Austro-Húngaro; paralelamente, el entorno de la aldea sirve de asentamiento para campamentos de prisioneros aliados, los cuales gozarán de cierta libertad de movimientos. Así, estos jóvenes extranjeros comenzarán a relacionarse con las mujeres de Nagyrév, quienes, libres de sus parejas, no tendrán obstáculo alguno en intimar con ellos y, en muchos de los casos, tomarlos como amantes. No hay que olvidar que la sociedad rural húngara de comienzos del siglo XX era una sociedad particularmente atrasada, con un elevado índice de alcoholismo entre la población masculina y donde los matrimonios solían ser previamente concertados por las familias; el divorcio, por supuesto, era poco más que una quimera: en este triste contexto, no resulta incomprensible que las mujeres de la aldea sintieran atracción por estos jóvenes prisioneros, en su mayoría provenientes de países más civilizados y modernos que el suyo.
Las envenenadoras, durante su juicioSe trata de uno de los episodios de asesinatos colectivos más prolíficos y prolongados en el tiempo que la historia del crimen conoce
El río Tisza, a su paso por NagyrévAlgunos casos son particularmente escalofriantes. Rescatemos, entre tantos otros, los de:
El cementerio de Nagyrév, donde reposan muchas de las víctimasSea como fuere, lo cierto es que las sospechas recayeron sobre Fazekas. Detenida y trasladada al tribunal de Szolnok, negó todas las acusaciones. Las autoridades decidieron entonces tenderle una trampa: fue puesta en libertad, y todos sus movimientos, espiados. De este modo pudieron comprobar cómo una asustada Júlia Fazekas acudía, casa por casa, a informar a muchas de las mujeres de Nagyrév del cese de su actividad de venta de arsénico. De esta manera, inconscientemente, se delató a sí misma y a varias de sus compinches.