En las décadas siguientes, la industria farmacéutica creció, con lo que también aumentó lo que ofrecían a los médicos. En la medida que se facilitó el acceso a la información sobre los hábitos de prescripción de los doctores, mayor fue el dinero que se gastó para influenciarlos.Los años 90 son considerados como una década de medicamentos éxito de ventas, un período de auge por los representantes de ventas que actuaron como intermediarios entre los doctores y la industria, que regalaron muestras de los productos y pusieron en práctica una variedad de tácticas estudiadas para aumentar tanto las ganancias de la empresa como sus propios sueldos.Se trató de estrategias que fueron exportadas a muchos países, afianzando una cultura en la que para que muchas veces un doctor recete un medicamento, la compañía debe primero motivarlo de alguna forma.Michael Oldani, quien trabajó como vendedor para Pfizer antes de ser un antropólogo médico, explica cómo ofrecer comida y bebida -almuerzos o cupones para el café- era la estrategia favorita.Los regalos podían variar desde bolígrafos y botellas de vino a "becas educativas sin restricciones"."Hicimos todo tipo de cosas en la industria", recuerda Oldani. "Las legislaciones no nos habían alcanzado".La exposición gradual al público de este tipo de prácticas por informantes, fiscales y medios hizo que eventualmente los profesionales y la industria crearan una serie de directrices que eliminaran algunas de las transferencias financieras más flagrantes. En algunos estados se prohibieron los incentivos en efectivo, y a nivel federal se ilegalizó para prescripciones cubiertas en programas Medicare y Medicaid de la seguridad social estadounidense.Las medidas, junto con lo que muchos observadores consideran han hecho un cambio en la cultura, parecen haber hecho alguna diferencia.