Pesticidas: ¿estamos ingiriendo veneno con cada cucharada? Por Alberto Bravo. elconfidencial.com. 177/09/19. Una cosa es lo que dicen las agencias gubernamentales encargadas de nuestra salud y otra lo que nos llevamos a la boca. Muchos estudios revelan que nos metemos al cuerpo más químicos de lo que creemos. No se trata de entrar en ‘modo paranoia’, pero debes saber que probablemente en esa dieta tan saludable que estás siguiendo llena de frutas y vegetales hay algo que quizá no cuadre del todo.Leer relacionado: Los 12 vegetales y frutas que tienen más residuos de plaguicidas en EEUU en 2017
Verduras en mercado romano
(SerTox)
Foto: iStock. Y es que hay un enemigo silencioso llamado pesticida, veneno para tus platos. Recientemente apareció la temida lista ‘The Dirty Dozen’, realizada por un grupo ecologista estadounidense para designar los productos alimenticios con mayor número de pesticidas. Y en ella aparecían alimentos como fresas, espinacas, nectarinas, manzanas, uvas, melocotones, cerezas, peras o tomates… Y es que el 50% de las frutas y verduras que comemos tiene pesticidas hormonales.
“La evidencia epidemiológica sugiere que las exposiciones a los pesticidas afectan a la salud humana”
La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos define los pesticidas como cualquier sustancia química utilizada para regular, prevenir o destruir plantas o plagas -generalmente insectos, roedores o microorganismos como hongos y bacterias- o para actuar como un estabilizador de nitrógeno en el suelo. Es decir, son necesarios. La Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés), que controla los residuos en la cadena alimenticia, encontró que las muestras analizadas rara vez excedían los límites de pesticidas y otros químicos, que según la EPA se calculan sobre la “certeza razonable de que no hay daño”.
Sin embargo, se ha encontrado que algunos pesticidas persistentes se concentran en la leche y la carne de los animales de granja a través de la alimentación de animales contaminados, según han descubierto varios investigadores de todo el mundo, así como en peces en aguas contaminadas. Un estudio de 20 años realizado por el Servicio Geológico de los Estados Unidos, por ejemplo, encontró pesticidas en niveles potencialmente dañinos para la vida acuática en el 60 por ciento de los ríos y arroyos del país en áreas agrícolas.
Y esa cifra aumenta al 90 por ciento en áreas urbanas.
El daño real para la salud Un número creciente de estudios ha relacionado los pesticidas con varios efectos en la salud humana, aunque es un asunto que sigue siendo objeto de arduo debate. Una revisión de 2004 realizada por el Instituto Nacional del Cáncer concluyó que “la evidencia epidemiológica sugiere claramente que las exposiciones actuales a los pesticidas afectan negativamente a la salud humana”. También se sabe que algunos pesticidas alteran la función endocrina u hormonal, según investigaciones revisadas por la EPA y publicadas en diversos manuales de toxicología.
Un informe de 2013 encargado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) revisó 600 estudios de investigación sobre pesticidas y encontró sólidas asociaciones referidas con ciertos tipos de cánceres, asma, leucemia infantil y enfermedad de Parkinson, aunque no pudo sacar conclusiones definitivas.
¿Y qué dice la Organización Mundial de la Salud? Lo que hace es establecer una diferenciación entre ‘peligro’ y ‘riesgo’. Según este organismo, “la clasificación de un agente entre los que conllevan peligro cancerígeno es una indicación importante de que un determinado nivel de exposición, por ejemplo, derivada del trabajo, el medio ambiente o los alimentos, podría aumentar el riesgo de cáncer”.
Con la evaluación de los riesgos provenientes de los residuos de plaguicidas en los alimentos, fija lo que denomina como “un nivel de ingesta seguro”. Los gobiernos y los gestores internacionales de riesgos utilizan la ingesta diaria admisible para establecer los límites máximos de residuos de plaguicidas en los alimentos. “Las autoridades nacionales se encargan de hacer cumplir estos límites máximos para que la cantidad de plaguicidas a los que están expuestos los consumidores en los alimentos que ingieren a lo largo de su vida no tenga efectos perjudiciales para su salud”, agrega la OMS en un reciente informe.
Por su parte, la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid recuerda que “puede haber residuos aunque se respete la dosis máxima autorizada, y a veces se busca ese efecto: por ejemplo, en la cáscara de la fruta protegerla de plagas en su almacenamiento”.
Sin embargo, hay otra realidad ‘oculta’: el mercado negro de pesticidas. Así, las autoridades policiales estiman que entre el 10 y el 25% de los pesticidas usados en los países de la Unión Europea son ilegales.
Cómo limitar los riesgos
Según los informes examinados, se puede considerar que los pesticidas son necesarios, dentro de la relación perjuicio-beneficio. Pero también son evitables; o, como poco, un consumidor tiene la opción de elegir qué consume si desea minimizar cualquier riesgo.
Los pesticidas pueden entrar al cuerpo por inhalación, a través de la piel del suelo o el agua contaminada, o por medio de alimentos contaminados.
Las autoridades recomiendan reducir su exposición a través de los alimentos con tres acciones muy sencillas: pelar los productos, recortar la grasa de la carne y el pescado (donde podrían acumularse pesticidas) y lavar las frutas y verduras antes de su consumo. Incluso el bicarbonato sódido es una opción.
Las espinacas no orgánicas transportan residuos de un insecticida llamado permetrina
Pero todavía se puede dar un paso más allá, aunque tiene su coste: un número creciente de consumidores está eligiendo alimentos orgánicos para su cesta de la compra. Una opción más saludable, pero también más cara y no siempre accesible.
Lo cierto es que muchas personas desconfían cada vez más de los residuos químicos que se encuentran con frecuencia en los alimentos cultivados con el uso de pesticidas, que como ya hemos visto se relaciona con muchos resultados adversos para la salud: asma, infertilidad, desequilibrios hormonales, trastornos autoinmunes o desarrollo cognitivo deficiente.
Alerta: de las fresas a las hamburguesas
Es cierto que las fresas contienen muchas propiedades beneficiosas para el organismo. Pero debes saber que, según un grupo de científicos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), una muestra de fresas puede llegar a contener residuos de hasta 22 pesticidas diferentes. Un análisis realizado por el Environmental Working Group (EWG) encontró que las fresas eran el producto fresco con mayor probabilidad de estar contaminado con residuos de pesticidas.
Las espinacas también entran en el grupo de alimentos más recomendados dentro de nuestra dieta.
Pero también se ha encontrado que las espinacas no orgánicas transportan residuos de un insecticida llamado permetrina, vinculado a posibles daños neurológicos en los niños. El USDA encontró insecticida en el 76% de las muestras de espinacas analizadas junto con residuos de diferentes fungicidas diseñados para matar el moho y los hongos.
Por su parte, comer carne de pollo también tiene enormes beneficios para la salud y la dieta. Pero los pollos no orgánicos a menudo se crían en espacios estrechamente confinados con cientos de otras aves y muchas veces reciben una gran dosis de antibióticos, tanto por enfermedad como para promover el crecimiento. El uso generalizado de antibióticos en la producción avícola se ha relacionado con problemas de salud de resistencia a los antibióticos en humanos.
Y cuidado con la procedencia de las hamburguesas.
El ganado engordado artificialmente en lugar de en pastos puede estar en condiciones de hacinamiento y llevar una dieta que generalmente contiene maíz modificado genéticamente que ha sido tratado con pesticidas.
Un nuevo estudio realizado en la Universidad de California encontró que comer alimentos cultivados orgánicamente durante solo una semana puede reducir significativamente los niveles de pesticidas en el cuerpo. Los investigadores encontraron que los niveles de toxinas disminuyeron en un promedio del 60,5 por ciento después de seis días de comer alimentos orgánicos.